24 dic 2025

Cuando el brindis se rompe: el malestar laboral irrumpe en la Navidad municipal

 

Lo sucedido durante la copa de Navidad del pasado 23 de diciembre, organizada como cada año por la alcaldesa de Santander, no puede despacharse como una simple anécdota incómoda ni como una falta aislada de cortesía institucional. Lo ocurrido no habla de modales: habla de conflicto laboral.

El abandono del acto durante el discurso de Gema Igual por parte de personal funcionario, convocado por las organizaciones sindicales, fue ante todo un síntoma. Y los síntomas no se corrigen con reproches sobre el momento o el lugar, sino abordando la causa que los provoca.

El incumplimiento reiterado de acuerdos firmados hace tiempo —especialmente los que afectan a la Policía Local y a otros colectivos municipales— ha sido la gota que ha colmado el vaso. No se trata de un desacuerdo puntual, sino de una acumulación de compromisos incumplidos y de una paciencia agotada.

Los actos navideños en la administración se presentan habitualmente como espacios de reconocimiento, concordia y balance de fin de año. Pero cuando una parte significativa de la plantilla decide levantarse y marcharse, el mensaje es inequívoco: la brecha entre el discurso institucional y la realidad laboral resulta ya insostenible. El silencio forzado ha dado paso a un gesto colectivo y visible.

Resulta cómodo calificar lo ocurrido como una protesta inapropiada o como una instrumentalización de un acto institucional. Esa lectura, sin embargo, evita deliberadamente el fondo del problema. Nadie boicotea un acto simbólico por capricho. Antes se han recorrido —sin éxito— los cauces de negociación, o se han encontrado cerrados de facto. El conflicto no nace en la copa de Navidad; simplemente se hace evidente allí.

La autoridad institucional no se impone reclamando respeto en abstracto, sino cumpliendo acuerdos, negociando de buena fe y escuchando a quienes sostienen día a día los servicios públicos. Cuando las decisiones se perciben como unilaterales, las reivindicaciones se cronifican y el diálogo se reduce a un trámite, el conflicto acaba encontrando su escenario, por incómodo que resulte.

El boicot incomoda, sin duda. Pero debería incomodar más que se normalice una gestión municipal alejada de su plantilla. Si la respuesta se limita a criticar las formas sin revisar el fondo, los brindis seguirán siendo vacíos y el malestar, permanente.

Quizá la verdadera falta de espíritu navideño no fue levantarse durante un discurso, sino permitir que se llegara a ese punto sin haber escuchado antes a quienes llevan demasiado tiempo esperando respuestas.

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