El pasado
domingo, el periodista Jesús Serrera, en su habitual editorial en El Diario
Montañés, trazaba con acierto una relación de los muchos asuntos que siguen
pendientes en la gestión de la alcaldesa de Santander, Gema Igual. Una lista
amplia, reflejo de problemas políticos mal-resueltos que, lejos de reforzar su
imagen, amenazan con restarle reconocimiento ciudadano y, en consecuencia,
generar cierto estancamiento de cara a las próximas elecciones.
Conviene
precisar que Serrera no fue más allá: se limitó a exponer esos asuntos y a
insinuar, con la elegancia que le caracteriza, la posibilidad de que el futuro
de Igual pudiera orientarse hacia espacios políticos de ámbito nacional de la
mano del presidente Feijoo.
Lo cierto es
que la falta de eficacia en el Ayuntamiento tiene una raíz evidente: la
ausencia de diálogo real entre el PP y el resto de formaciones políticas.
Existe una mayoría tácita, tejida entre PP y Vox, que sin ser explícita opera
como un colchón de seguridad para la alcaldesa. Igual sabe bien que, sobre todo
en los momentos críticos, Vox no la dejará caer. Esa dinámica, sin embargo, ha
desactivado en buena medida el frente común que en su día pudieron articular
PSOE, PRC e IU, debilitando así su capacidad de propuesta y fiscalización.
El resultado
es un escenario en el que el PP gobierna con relativa comodidad, amparado en
esa alianza implícita, pero al precio de asumir un riesgo político calculado:
avanzar sin consenso y con la oposición cada vez más fragmentada.
Desde esa
posición de tranquilidad, no extraña que Santander esté como está: con retrasos
alarmantes en materia de limpieza pública, denunciados una y otra vez no solo
por la oposición sino también por movimientos sociales; con actitudes soberbias
en asuntos como la rehabilitación de los Galeones de Vital Alsar; con
decisiones polémicas como el aparcamiento de autocaravanas en Mataleñas,
rechazado por vecinos de Cueto; o con el malestar de los residentes del
Sardinero, que denuncian tanto el retraso en obras como los Jardines de Piquío
como la degradación de la zona, convertida —según ellos— en una ruina de
cemento. A ello se suma la reciente postura vergonzosa frente a la propuesta de
convertir La Marinera en un himno reconocido por todos los
santanderinos.
No se trata
solo de una gestión ineficaz: pesan también los silencios. Silencios incómodos
como diputada regional, un cargo que Igual parece ocupar más como reclamo
electoral que como compromiso político real. En cuestiones clave como la
vivienda, el turismo —con un crecimiento preocupante— o la revisión de
impuestos vinculados a las basuras, su actitud ha sido de un silencio que
muchos califican de vergonzoso.
El tiempo
corre y nada apunta a un cambio de rumbo. La corporación municipal permanece
prácticamente paralizada, mientras la oposición se limita a gestos de cara a la
galería: el PRC con vídeos y el PSOE apuntándose tantos al margen del consenso,
como en el caso de La Marinera.
Jesús
Serrera, sin querer o queriendo, ha marcado la pauta de lo que podría ser un
auténtico programa de acción municipal. A la oposición le convendría repensar
estos asuntos si de verdad aspira a disputarle al Partido Popular el gobierno
de Santander.
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