Cuando el Partido Popular decidió no apoyar el decreto ómnibus, provocando un gran revuelo al declarar que no apoyarían en ninguna circunstancia.
Por si fuera poco, Puigdemont también presionando y hablando de dignidad, entre otras cosas más.
No sé si el presidente Sánchez estaba muy presionado, o si todo este caos le pillo por sorpresa, pero lo que, si ha conseguido al final, ha sido doblarle la mano al PP y a Junts.
El rechazo por parte del Congreso al decreto social, que incluía medidas importantes como las pensiones, las ayudas al transporte, el salario mínimo y muchas otras medidas, causó cierta sorpresa, e incluso cierta confusión, en las filas del gobierno. y una gran parte de la población, que solo el tiempo ha puesto en su sitio.
Que, si troceo el decreto, que si anuncio una crisis convocando con urgencia el consejo de ministros, incluso la anticipación de elecciones y/o cuestión de confianza, me imagino abran pasado por la cabeza al presidente.
Pues bien, nada de nada, resistencia y más resistencia, que es lo que mejor sabe hacer el presidente, convencido que la ciudadanía, en el peor de los casos, les obligaría a todos, aprobar el decreto de tantísima importancia.
Una reacción que confundió al PP, por la rapidez con la que Puigdemont abandonó su apelación a la dignidad y su promesa de apoyar la cuestión de confianza que sólo el presidente tiene competencia para hacer, para lograr un ticket de intervención del Congreso.
Y entretanto, mentiras y engaños por todas las partes.
Ya sea que Sánchez regalaba un palacete al PNV, que, si se subía el IVA, o que los okupas campearían a sus anchas, mentiras que en nada han protegido el argumentario del PP y Vox, principales generadores de ellas. Menuda semanita.
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Discurso íntegro de la obispa Mariann Edgar Budde que molestó a Trump por pedir “piedad” para los migrantes
“Como país, nos hemos reunido esta mañana para rezar por la unidad, no por un acuerdo, político o de otro tipo, sino por el tipo de unidad que fomenta la comunidad por encima de la diversidad y la división. Una unidad que sirva al bien común. La unidad, en este sentido, es un requisito previo para que las personas vivan en libertad y juntas en una sociedad libre. Es la roca sólida, como dijo Jesús, sobre la que construir una nación.
No es
conformidad. No es victoria. No es cansancio cortés ni pasividad nacida del
agotamiento. La unidad no es partidista. Más bien, la unidad es una forma de
estar con los demás que abarca y respeta nuestras diferencias. Nos enseña a
considerar las múltiples perspectivas y experiencias vitales como válidas y
dignas de respeto. Nos permite, en nuestras comunidades y en las esferas de
poder, preocuparnos de verdad los unos por los otros, incluso cuando no estamos
de acuerdo.
Quienes en
todo el país dedican su vida o se ofrecen como voluntarios para ayudar a los
demás en situaciones de catástrofe natural, a menudo con gran riesgo para ellos
mismos, nunca preguntan a quienes ayudan por quién votaron en las pasadas
elecciones o qué postura mantienen sobre un tema concreto. Lo mejor que podemos
hacer es seguir su ejemplo, porque la unidad a veces es sacrificada, como lo es
el amor: darnos a nosotros mismos por el bien de los demás.
En su Sermón
de la Montaña, Jesús de Nazaret nos exhorta a amar no solo a nuestro prójimo,
sino también a nuestros enemigos, a rezar por quienes nos persiguen, a ser
misericordiosos como nuestro Dios es misericordioso, a perdonar a los demás
como Dios nos perdona a nosotros. Jesús se desvivió por acoger a quienes su
sociedad consideraba parias.
Ahora bien,
reconozco que la unidad, en este sentido amplio y expansivo, es una aspiración,
y es mucho por lo que rezar. Es una gran petición a nuestro Dios, digna de lo
mejor de lo que somos y de lo que podemos ser. Pero nuestras oraciones no
servirán de mucho si actuamos de forma que ahondemos aún más las divisiones
entre nosotros. Las Escrituras son muy claras al respecto: Dios nunca se
impresiona con las oraciones cuando las acciones no están informadas por ellas.
Dios tampoco nos libra de las consecuencias de nuestros actos, que siempre, al
final, importan más que las palabras que rezamos.
Los que
estamos aquí reunidos en la catedral no somos ingenuos ante las realidades de
la política: cuando están en juego el poder, la riqueza y los intereses
contrapuestos, cuando las visiones de lo que debería ser Estados Unidos están
en conflicto, cuando hay opiniones firmes en todo un espectro de posibilidades
y comprensiones marcadamente diferentes de cuál es el curso de acción correcto.
Habrá ganadores y perdedores cuando se emitan votos o se tomen decisiones que
marquen el rumbo de la política pública y la priorización de los recursos.
Ni que decir
tiene que, en una democracia, no todas las esperanzas y sueños particulares de
todo el mundo pueden hacerse realidad en una determinada sesión legislativa o
en un mandato presidencial, ni siquiera en una generación. Es decir, no todas
las plegarias específicas de todo el mundo tendrán la respuesta que
desearíamos. Pero para algunos, la pérdida de sus esperanzas y sueños será
mucho más que una derrota política: será una pérdida de igualdad y dignidad, y
de sus medios de vida.
Teniendo
esto en cuenta, ¿es posible la verdadera unidad entre nosotros? ¿Y por qué
debería importarnos? Bueno, espero que nos importe. Espero que nos importe
porque la cultura del desprecio que se ha normalizado en este país amenaza con
destruirnos. Todos somos bombardeados a diario con mensajes de lo que los
sociólogos llaman ahora el “complejo industrial de la indignación”, algunos de
ellos impulsados por fuerzas externas cuyos intereses se ven favorecidos por un
Estados Unidos polarizado. El desprecio alimenta las campañas políticas y las
redes sociales, y muchos se benefician de ello, pero es una forma preocupante y
peligrosa de dirigir un país.
Soy una
persona de fe, rodeada de personas de fe, y con la ayuda de Dios, creo que la
unidad en este país es posible —no perfectamente, porque somos personas
imperfectas y una unión imperfecta—, pero sí lo suficiente como para que todos
sigamos creyendo en los ideales de los Estados Unidos de América y trabajando
para hacerlos realidad. Ideales expresados en la Declaración de Independencia,
con su afirmación de la igualdad y la dignidad humanas innatas. Y tenemos razón
al pedir la ayuda de Dios en nuestra búsqueda de la unidad, porque necesitamos
la ayuda de Dios, pero solo si nosotros mismos estamos dispuestos a cuidar los
cimientos de los que depende la unidad. Al igual que la analogía de Jesús de
construir una casa de fe sobre la roca de sus enseñanzas, en contraposición a
construir una casa sobre arena, los cimientos que necesitamos para la unidad
deben ser lo suficientemente sólidos como para resistir las muchas tormentas
que la amenazan.
¿Cuáles son
los fundamentos de la unidad? Basándome en nuestras tradiciones y textos
sagrados, permítanme sugerir que hay al menos tres. El primer fundamento de la
unidad es honrar la dignidad inherente a todo ser humano, que, como afirman
todas las religiones aquí representadas, es el derecho de nacimiento de todas
las personas como hijos de nuestro único Dios. En el discurso público, honrar
la dignidad de los demás significa negarse a burlarse, descartar o demonizar a
aquellos con los que discrepamos, optando en su lugar por debatir
respetuosamente nuestras diferencias y, siempre que sea posible, buscar un
terreno común. Y cuando el terreno común no es posible, la dignidad exige que
nos mantengamos fieles a nuestras convicciones sin despreciar a quienes tienen
convicciones propias.
El segundo
fundamento de la unidad es la honestidad, tanto en las conversaciones privadas
como en el discurso público. Si no estamos dispuestos a ser sinceros, no sirve
de nada rezar por la unidad, porque nuestras acciones van en contra de las
propias oraciones. Puede que, durante un tiempo, experimentemos un falso
sentimiento de unidad entre algunos, pero no la unidad más sólida y amplia que
necesitamos para abordar los retos a los que nos enfrentamos. Ahora bien, para
ser justos, no siempre sabemos dónde está la verdad, y ahora hay muchas cosas
que van en contra de la verdad. Pero cuando sabemos lo que es cierto, nos
corresponde decir la verdad, incluso cuando, especialmente cuando, nos cuesta.
El tercer y
último fundamento de la unidad que mencionaré hoy es la humildad, que todos
necesitamos porque todos somos seres humanos falibles. Cometemos errores,
decimos y hacemos cosas de las que luego nos arrepentimos, tenemos nuestros
puntos ciegos y nuestros prejuicios, y quizá seamos más peligrosos para
nosotros mismos y para los demás cuando estamos convencidos sin lugar a dudas
de que tenemos toda la razón y de que los demás están totalmente equivocados.
Porque entonces estamos a un paso de etiquetarnos como las buenas personas
frente a las malas. Y la verdad es que todos somos personas: ambos somos
capaces de lo bueno y de lo malo. Como observó astutamente Alexander
Solzhenitsyn: “La línea que separa el bien del mal no pasa a través de los
Estados, ni entre las clases, ni entre los partidos políticos, sino justo a
través de cada corazón humano, a través de todos los corazones humanos”.
Y cuanto más
nos demos cuenta de ello, más espacio tendremos en nuestro interior para la
humildad y la apertura mutua por encima de nuestras diferencias. Porque, de
hecho, nos parecemos más de lo que creemos y nos necesitamos.
Es
relativamente fácil rezar por la unidad en ocasiones de gran solemnidad. Es
mucho más difícil de conseguir cuando nos enfrentamos a diferencias reales en
nuestra vida privada y en el ámbito público. Pero sin unidad, estamos
construyendo la casa de nuestra nación sobre arena. Y con un compromiso con la
unidad que incorpore la diversidad y trascienda el desacuerdo, y con los
sólidos cimientos de dignidad, honestidad y humildad que esa unidad requiere,
podemos hacer nuestra parte, en nuestro tiempo, para hacer realidad los ideales
y el sueño de América.
Permítanme
un último ruego. Señor presidente, millones de personas han depositado su
confianza en usted y, como dijo ayer a la nación, ha sentido la mano
providencial de un Dios amoroso. En nombre de nuestro Dios, le pido que se
apiade de las personas de nuestro país que ahora tienen miedo. Hay niños gays,
lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes,
algunos de los cuales temen por sus vidas. Y las personas que recogen nuestras
cosechas, limpian nuestros edificios de oficinas, trabajan en granjas avícolas
y plantas de envasado de carne, lavan los platos después de comer en los
restaurantes y trabajan en los turnos de noche en los hospitales: puede que no
sean ciudadanos o no tengan la documentación adecuada, pero la gran mayoría de
los inmigrantes no son delincuentes. Pagan impuestos y son buenos vecinos. Son
fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas, viharas y templos.
Le pido que
tenga piedad, Señor presidente, de aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos
temen que sus padres sean llevados, y que ayude a quienes huyen de zonas de
guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida
aquí. Nuestro Dios nos enseña que debemos ser misericordiosos con el
extranjero, porque todos fuimos extranjeros en esta tierra.
Que Dios nos
conceda la fuerza y el valor para honrar la dignidad de todo ser humano, para
decirnos la verdad unos a otros con amor, y para caminar humildemente unos con
otros y con nuestro Dios por el bien de todas las personas de esta nación y del
mundo.
Amén”.
17 ene 2025
El blanco de solera siempre en entredicho
José del Bar San Luis me dijo que los vinos Blancos de Solera están muriendo. Que las nuevas generaciones -llamémoslas así- apuesten por las cervezas y los blancos de rueda, entre otras, sin que parezca vean futuro para la solera.
Me niego a aceptarlo.
El blanco de mediodía es medicina para la tertulia, es el alterne que rompe el
entretiempo de la jornada, entre una mañana ajetreada y la tarde por descubrir.
Es cierto que el blanco de solera es un producto más de consumo para el negocio, y es cierto que su precio es más barato que el ya famoso Rueda, pero quienes lo consumen saben de dónde viene. De las barricas del Bar San Luis, barricas antiguas y cuidadosamente conservadas, en mi caso de cuarenta años. Mientras que otros tipos de vino blanco, a pesar de su magnificencia, se conservan en botellas con nombres que cambian constantemente y a menudo exageradamente fríos.
Y alguna razón debe tener mi amigo Jose, porque cada vez que hablamos del blanco, me recuerdo un fallecido reciente, como si su alterne fuera cosa de viejos e irremediablemente antesala de amigos que se nos van.
Asi que no
les extrañe que un día de estos, le pongamos lista a los parroquianos, y
hagamos homenaje por ellos y por esa fidelidad al blanco de solera, que tantos
años nos ha acompañado.
12 ene 2025
50 años de la muerte del dictador Francisco Franco
Los
descendientes de Franco - todos en Vox y en el Partido Popular junto a sus
voceros habituales - están decididos a boicotear los
eventos que el Gobierno está organizando para
conmemorar los 50 años de la muerte del dictador.
Entre preguntas
tendenciosas y comentarios poco graciosos, se busca limpiar la
imagen de aquellos que, hijos de la dictadura pasada, han
encontrado un lugar político representando los cuarenta
años de dolor y odio que sufrieron los, "rojos", como
todavía hoy insisten en decir.
Desde mi
humilde opinión, responderé a tan importante efemérides sin tanto
ruido y mal humor.
50 años son
suficientes para enunciar verdades irrefutables, sin
temor a eso que llamaron involución, y que tanto preocupó a los
"padres de la constitución", entre ellos al ilustre Felipe
González, que veremos cómo se comporta en esta
iniciativa política de su gobierno socialista.
Que Franco
murió en la cama y que la oposición no pudo derrocarle, de ninguna
forma puede ser un argumento. Que la oposición no pudo
derrocarle nunca se pudo probar ante la falta de libertades y
elecciones libres.
Que yo
tenga memoria, la oposición siempre estuvo en el exilio y
los pocos - la mayoría sindicalistas - que estaban en España,
perseguidos o en la cárcel, esperando que algún adelantado se
fuera a Suresnes a recibir el visto bueno para arreglar la
"transición". Así, ya me
dirán cómo vencer al dictador y sus cómplices que lo
tenían todo.
Por eso
da un poco de vergüenza escuchar entre antiguos dirigentes del
PSOE que esta conmemoración justifica la supervivencia del
Presidente Sánchez, al mismo tiempo que justifican de manera
disimulada, que es posible gobernar con nacionalistas e independentistas,
como siempre hicieron unos y otros, salvo mayorías parlamentarias que se
cuentan con los dedos de una mano.
Que el
gobierno actual necesita de Franco para legitimarse, es una verdadera tontería.
El gobierno tiene su legitimidad en el trabajo realizado y no
reconocido por la derecha política y otros socialistas de viejo cuño, empeñados
en desvalorizar el buen momento económico, la reducción del
desempleo, el aumento SMI, pronto la reducción de la jornada
laboral muchas otras cosas, sin olvidar la
magnífica labor durante el Covid, más allá de los
sinvergüenzas que están saliendo y que espero vayan a la cárcel.
Y no se
preocupen los padres de la Constitución que seguro
también serán recordados en los actos que se llevarán a
cabo por España. Su compromiso con la democracia, el consenso que fue
tan efectivo para lograr la Constitución, su mano
"izquierda" para una transición pacífica en la que
hubiera espacio para todos, incluso abriendo espacios políticos para
personajes del franquismo, que todavía hoy campan a su antojo por el
país.
De todo
esto, supongo, se querrá hablar en los actos políticos que se
van a realizar por España, sobre cómo se heredó el
país desde la muerte del dictador, y cómo estamos hoy en día, y
sobre todo para que las nuevas generaciones de españoles
entiendan que el estado de derecho actual no fue gratuito, que
costó construirlo, que se tuvo que enfrentar a los aliados de la
dictadura, que hoy están fortalecidos entre Vox y otros en el
Partido Popular.
Confío en
que la Conmemoración de estos cincuenta años de la muerte de Franco, sirva
principalmente para que los jóvenes que no conocieron la
historia reciente, la aprendan y valoren
adecuadamente, rechazando a aquellos que desde los rumores y los
bulos quieren llevarnos a un país en blanco y negro y sin
libertades..
7 ene 2025
Cuando el diablo no tiene nada que hacer con el rabo espanta las moscas.
Esto es lo
que parece ha vuelto hacer el gobierno de Buruaga, con la propuesta de Ley de
Simplificación Administrativa, ineficaz, y de escaso interés para los cántabros.
Esta ley se presento como de necesidad “extrema” para ahorrar tiempo en la implementación
– por ejemplo, en iniciativas empresariales -, mientras que este supuesto
ahorro de tiempo dependía de diferentes áreas administrativas, ayuntamientos,
gobierno regional y/o nacional, según el caso, incluso sustituyendo normas que
prevalecen sobre esta reforma etc.
Porque ya me
dirán, que interés puede tener una norma jurídica que solo pretendía ahorrar
papeleo administrativo, para convertirla en un señuelo político, que ayude al
gobierno regional a tener algo, que llevar a la agenda de gestión actualmente
bastante limitada.
Y como la
cosa no tiene mayor interés para la mayoría de los cántabros, más allá del lógico
debate parlamentario, se abierto una especie de consulta generalizada para los más
importantes cargos sindicales, la ceoe, colegios profesionales – que, por otra
parte ya han tenido oportunidad de dar opinión a través de la web del gobierno
de Cantabria – pretendiendo llevar al marco de lo “político” lo que debería ser
una mera consulta, al Consejo Económico y Social y gestores administrativos, en
el mejor de los casos.
En fin, que
la norma que presenta el gobierno a debate está cargada de enmiendas y criticas
incluso del gabinete jurídico del propio gobierno, pues ya lo resolverá el
debate parlamentario.
No entiendo
lo que se pretende con tanta consulta, entre sus señorías, pareciese que tienen
poca faena los diputados a no ser que se pretenda conseguir apoyos externos y
con ello justificar con buenos y malos, un debate parlamentario, que reitero
para mi no es mas que una ley que con buen criterio nació para ayudar a la gestión
administrativa.
Parece que
se aventura más ruido y bronca innecesaria, ahora con la Ley de Simplificación Administrativa.