19 may 2021

Me gusta convertirme en madre, pero también quiero seguir siendo mujer. Cuidar el suelo pélvico

 XII Reunión Internacional de Investigación Cualitativa en Salud 

Granada

David Ramos Saiz, Marta Saiz Echezarreta

 

El verano de 2016 Sofía daba luz a una preciosa niña. Habían sido nueve meses de miedos, dudas e ilusión. Durante este tiempo, había acudido a las visitas estipuladas tanto a la matrona como al ginecólogo que su servicio de salud indicaba, con el fin de aprender todo lo necesario para desarrollar un buen embarazo.

¿Qué había aprendido de los profesionales? Lo primero a saber cuidarse. Desde el primer momento le dejaron claro que tenía que controlar su peso, alimentación e hidratación, que debía tener unos buenos hábitos de descanso y llevar a cabo un ejercicio moderado.  Acudía regularmente a la consulta de su matrona donde le pesaban, miraban la altura del fondo uterino y escuchaban el latido fetal.

Lo segundo, a conocer los diferentes tipos de partos con el fin de poder, dentro de lo posible, indicar como quería desarrollarlo, de pie, en el agua, en casa, con o sin epidural y a utilizar estrategias que favorecieran el control del dolor durante las contracciones del parto. Además de conocer cuáles son los cuidados básicos del bebe en sus primeros meses de vida, alimentación, higiene, descanso, prevención de muerte súbita y como ambas partes de la pareja deben participar y ayudarse mutuamente.

En definitiva, le enseñaban como ser una buena madre. Tanto durante el embarazo, cuidando sus hábitos, porque su estado de salud influye en el feto; como adquiriendo herramientas que le permitieran cuidar a su bebé de la mejor manera posible.

Pero hoy, casi un año después, nuestra protagonista cree que algo faltó en el aprendizaje. Considera que todo iba enfocado a su rol de madre y que su rol de mujer había pasado totalmente desapercibido. Apenas le hablaron de las consecuencias que el embarazo y el parto tendrían sobre su cuerpo y fundamentalmente, sobre su suelo pélvico.

Sofía había leído sobre el suelo pélvico y los ejercicios de Kegel, incluso le había preguntado a su matrona como podía realizarlos, pero la respuesta que encontró fue algo teórico apoyado en un póster del aparato genital femenino. A pesar de que esa información fue insuficiente y de poca ayuda, decidió que durante esos nueve meses intentaría ejercitar su suelo pélvico con el fin de evitar futuras complicaciones que afectaran a su vida diaria.

 Su parto no fue fácil. El inicio de un desprendimiento de placenta obligó a utilizar fórceps. Dejando a su paso una episiotomía y un desgarro contralateral que dejó inflamación y dolor. Necesitó muchas semanas para que ambas heridas cicatrizasen, la inflamación bajase y el dolor cediese. Pero aquellos síntomas no fueron lo peor, varios episodios de incontinencia de esfuerzo le llevaron de nuevo a su matrona.

Una vez en la consulta, le realizaron una valoración del suelo pélvico y le confirmaron lo que ella sospechaba, apenas tenía fuerza para contraer. La matrona, le volvió a explicar la teoría de los ejercicios. Sofía lo intentaba, pero las contracciones no eran muy eficaces, en ningún momento había aprendido a realizarlas por lo cual, ahora, con las heridas recién cicatrizadas y la vagina pendiente de cerrar completamente lo veía más complicado.

Disfrutaba su día a día como madre, pero vivía preocupada y asustada por su problema y la falta de recursos que le daban para ponerle solución. ¿Debía conformarse y aprender a vivir con esos episodios? Realmente, era una situación que afectaba a su vida personal, y aunque ahora, como había aprendido, su prioridad era el bebé, no dejaba de pensar que quería seguir disfrutando de su parcela como mujer.

Así que, tras perder la vergüenza que generan este tipo de temas, se animó a hablar con amigas y familiares en busca de las herramientas que no encontró en su consulta de referencia. Herramientas que localizó acudiendo a una clínica de fisioterapia del suelo pélvico.

La recuperación se dividió en dos fases. La primera se basaba en la aplicación de calor en las cicatrices para romper las fibras de colágeno y volver a dar cierta elasticidad a la zona. La segunda utilizaba la electroestimulación para reactivar los músculos del suelo pélvico, para así, realizar contracciones eficaces y enseñar qué músculos debían contraerse.

Precisó de unos cuatro o cinco meses de tratamiento. Al principio, acudía un par de veces por semana, luego se espaciaron a una vez por semana y finalmente cada quince días más o menos. No tuvo que esperar hasta el final para notar los resultados. Aproximadamente a partir del segundo mes comenzó a notar, no solo que no aparecían episodios de incontinencia de urgencias, sino que cada vez era más consciente de esos músculos y de cómo era capaz de moverlos sin utilizar otros músculos accesorios como glúteos, abdominales o cuádriceps.

Una vez finalizadas las sesiones de fisioterapia se apuntó a un grupo de gimnasia hipopresiva que en la actualidad le permite mantener un suelo pélvico fuerte y efectivo. Lo cual no solo le permite poder realizar todo tipo de actividad sin miedo, sino que le ha permitido volver a sentirse segura y confiada de sí misma.

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