11 may 2021

La Milonga por dentro, sus protagonistas y sentimientos.

Crónicas milongueras, en el bazar de los abrazos.

Sonia Abadí psicoanalista argentina, e investigadora del tango, ha recogió en su libro “El Bazar de los Abrazos”, un amplio relato sobre las personas que frecuentan las milongas, sus comportamientos, modos y costumbres, relaciones colectivas y personales, que surgen entre las milongueras y milongueros, relato, que no siempre es el idílico de una noche de tango.

He vuelto a releer este libro, desde el punto de vista de un aficionado “milonguero” español, que entiende la práctica del tango como un ejercicio social de divertimiento puntual, muy lejos de los milongueros que frecuentan diariamente las salas de tango en Argentina, y que según la profesora Abadí, “son salas de guardia permanente para los enfermos de tango, de vida, de encuentros, y de sueños”, lugares donde “en estos dias de soledades físicas de amistad, sexo y afecto, el tango le ofrece la oportunidad de un encuentro vivo, cuerpo a cuerpo, a la vez que un espacio para vivir experiencias de diversa calidad emocional, sensual y artística”.

Acercarse al tango es todo un reto. Mas allá de aprender el baile - que ya tiene su dificultad – genera en el bailarín, bailarina, la necesidad de añadir al aprendizaje, unos códigos y modismos muy concretos, que se van aprendiendo con la practica en las milongas. La circulación anti – horario en la pista, manteniéndose siempre en el carril elegido, la prudencia durante el baile evitando rebasar a la pareja anterior por la derecha, la siempre cortesía y disculpas cuando dos parejas chocan, el respeto a los tiempos de las parejas que están en aprendizaje, y el cabeceo - “un suave descenso del mentón, leve pestañeo, apenas un chispazo de invitación del hombre, respondido por media sonrisa, gesto de asentimiento para la mujer” - para sacar a bailar, son entre otros, los códigos que nos caracterizan y que siempre lo son para adaptarlos a nuestro baile y no al revés.

Desde estas premisas, el milonguero y milonguera, se afán en conseguir cuanto antes un sello personal que les identifique les convierta protagonista en la milonga, y con ello conseguir el mejor abrazo para el mejor tango, un abrazo “preludio insensato de un nuevo adiós, tranquilizador de un cuerpo conocido, o inquietante de otro por descubrir, un abrazo que genera distancias y proximidades, encuentros y desencuentros, a veces mágicos y a veces incomodos forcejeos”.

En el tango la importancia del abrazo esta al mismo nivel que el conocimiento propio del baile, de nada sirve conocer muchos pasos de tango, si el abrazo se convierte en incomodo y/o desagradable, imposible en ese caso de bailar una buena tanda de tangos. Sin un abrazo armónico, sensible y respetuoso, mal se puede bailar “el celestial Vals que eleva el espíritu en giros armónicos al placer de dioses, o la terrenal Milonga, atraída hacia el suelo por sus negras raíces, provocadora y juguetona, y entre el cielo y la tierra, el Tango, carnal y sublime que se siente en el alma, el corazón y las entrañas”.

Recoge el libro del Bazar de los Abrazos, que ser milonguero es un culto, una manera particular de ver la vida, donde hay de todo, “depredadores y ecologistas, pichones milongueros, que se tragan la pista a la velocidad de un fórmula uno, a la vez que despliegan el Kamasutra completo de giros, ganchos y sacadas, dejando a la pareja sin aliento, o el dinosaurio prepotente, que desprecia a las principiantes, que corrige a diestro y siniestro, reliquia del machismo de antaño”, ejemplares de ayer, y de hoy, que pueblan las milongas de Argentina, España y el mundo entero, incapaces de sosegar el tango y de respetar a la pareja, más allá de su propio interés, y demasiadas veces mal educado también para el resto de los bailarines con quienes comparte la pista.

El tango es cosa de dos. Una frase que repetimos los milongueros, conscientes que para bailar tango resulta imprescindible la comunión de la pareja en un solo cuerpo, dice Sonia Abadí para convertirse en un ser mitológico mitad hombre mitad mujer capaz de interpretar el tango, en un abrazo de sentimientos y ritmos maravillosos. Al final dos cuerpos que se complementan con precisión, en sus diferencias de estatura, complexión física, etc., y no siempre resulta fácil, por eso, además de la experiencia en la milonga, se necesita generosidad para con el otro, poniendo todos los medios necesarios para que ambos se sientan cómodos en el baile, solo así se convierte en placentero lo que es una invitación más allá del acto protocolario.

Termino como empecé, recomendando este pequeño libro de las crónicas milongueras, que recoge el Bazar de los Abrazos, un libro fácil de leer, hecho con el sentimiento de una milonguera de tiempo, que conoce el interno de la milonga argentina - referente para los bailarines del mundo - y que de forma ordenada nos cuenta lo que ocurre en la milonga y sus protagonistas.

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