23 mar 2018

El recambio valvular. Un proceso que no sólo modifica el corazón




Marta Saiz Echezarreta y David Ramos Saiz
Hospital Universitario Marqués de Valdecilla.

Las enfermedades cardiovasculares y los tratamientos, ingresos y procesos quirúrgicos asociados a ellas son fuentes importantes de ansiedad y miedo, no sólo porque todos aquellos procesos que afectan a la salud influyen en las personas, sino porque en concreto, al corazón, se le otorga un valor superior por ser el motor que hace funcionar nuestro cuerpo y nuestra mente. 

Muchas personas carecen de las herramientas necesarias para poder afrontar estos sentimientos, la mayor parte de las veces se les informa en qué consiste el procedimiento, pero no sobre cómo se van a sentir y cómo eso va a influir en su situación, no sólo desde un punto de vista físico sino también emocional.

A lo largo de este artículo, se pretenden mostrar las experiencias vividas por una persona que tuvo que afrontar un recambio valvular. Para ello, se utilizará un estudio cualitativo descriptivo, concretamente, el relato biográfico, con el fin de mostrar cómo las diferentes etapas del proceso producen sentimientos tales como ansiedad, estrés y miedo, para así, empezar a entender cómo podemos ayudar a nuestros pacientes a hacer frente a todas las etapas que surgen desde el diagnostico hasta el alta desde una perspectiva bio-psico-social. 

DIAGNOSTICO. Con motivo de la revisión para renovar el carnet de conducir el médico me informó de que tenía un soplo en el corazón. Era la primera noticia de esa posible lesión coronaria por lo que de inmediato lo puse en conocimiento de mi médico. En ese momento se abrió todo un rosario de pruebas y controles que me llevó a conocer que mi válvula aórtica se estaba cerrando.  El único síntoma que podría destacar era el exceso de sudor y fatiga ante la actividad deportiva pero nunca tuve dolor cardiaco, ni en los momentos de actividad alta notaba algo.

Mi primera cardióloga me trató con pastillas y me vigilaba por si la lesión empeoraba. Nunca sentí limitada mi vida diaria. Aunque el anuncio de que la intervención de recambio valvular era irreversible empezó a generar cierta preocupación e incertidumbre en mi.

Cuando la doctora se jubiló. El nuevo médico decidió que la operación era algo urgente y en unos pocos meses estaba en el quirofano. Me habló de un cierre del 40%, eso ya tenía riesgos serios, como me dijo “¿Usted ha oído hablar de los deportistas que caen fulminados? Pues podría pasarle lo mismo”.  Hasta este momento no tenía miedo, era respeto, los daños en el corazón dan respeto. No tener el típico dolor en el pecho ni episodios graves lo hacía más llevadero. Recuerdo que al anunciarme definitivamente la operación me dijo mas o menos “te doy unos meses para que te prepares, disfruta de las navidades con moderación, porque te meto en el protocolo ya”. La información y ver la operación tan cerca cambió algo en mi cabeza. Adelgacé y transformé mi rutina deportiva en una actividad de mantenimiento para no forzar la máquin

La preocupación no sólo era mía sino de la familia. No se hablaba mucho de ello porque estábamos en navidad y con la familia al completo en casa. Empecé a notar cómo me alejaban las viandas de picoteo de la mesa, el pan cada vez estaba más lejos de mi sitio, las pastillas que venía tomando desde hacía tiempo ya formaban parte de la conversación “¿has tomado la pastilla?”. A medida que se acercaba la fecha, aparecía cierto miedo y agobio que intenté no transmitir aunque no siempre lo lograba.

Dada mi ignorancia yo pensaba que el problema que tenía mi corazón se podía resolver sin cirugía mayor, que la operación iba a ser algo facilito. Mi cardióloga me dijo que se tenía que abrir mi pecho, parar mi corazón y cambiar la válvula. Eso me preocupó bastante. No dormía igual y en un intento de disminuir ese agobio empecé a devorar información a través de internet y a consultar a otras personas que habían pasado por esta situación. Buscar información a veces te calma porque conoces la teoría de lo que va a pasar pero otras veces te genera más inseguridad y miedo porque la teoría en función del paciente se modifica. El miedo a lo desconocido, el qué pasará y cómo será no se puede evitar por mucho que busques o te cuenten historias.

INGRESO. En marzo de 2015 ingresé en el hospital acompañado de mi mujer. Esa noche necesité pastilla para poder dormir. En la sala previa al quirófano  fui recibido por el anestesista que con un saludo y poco más, me dejó dormido hasta la Unidad de Cuidados Intensivos. Al despertar estaba cargado de elementos extraños. El personal de la unidad empeñado en conocer cómo me encontraba. Yo incapaz de articular palabras coherentes. Con un cansancio brutal, sin fuerzas para nada. Consciente de estar muy bien atendido a jurar por la cantidad de personas que de forma permanente pasaban por mi box para atender circunstancias diversas.

Mi despertar no fue tranquilo. Dicen que vomité y me agité, los médicos tuvieron que actuar y mi familia salirse del box. Todo un susto.

Fueron unos días de  cierta monotonía. Siempre a la espera de las visitas. Aunque como mi esposa trabaja en el hospital facilitaba el acceso entre horas. La visita me daba la vida sino solo daba vueltas al futuro. Me encontraba cansado muy cansado. Se te iba la vida a cualquier cosa que hacías. No te imaginas lo duro que es sentir mirarte un dedo y no ser capaz de moverlo. Nadie te explica eso. Me mandaban soplar por un artilugio con tres bolas que me acompaño durante mucho tiempo, soplar y más soplar algo tan fácil y tan difícil a la vez.

En la planta estuve cinco días. Empecé asumir la realidad de lo que había pasado. El relato de la operación y el futuro con el Sintrom, fueron suficientes para asumir que algo había cambiado en mi vida. Como serian las cosas cuando saliera del hospital estaba por ver. En ese momento lo veía bastante negro. La falta de fuerzas y el golpeo de la válvula a nada que pusiera el oído en la almohada, me recordaba que algo nuevo estaba pasando en el corazón. Golpeo que por cierto todavía hoy oigo y del que no me acabó de acostumbrar. Si te soy sincero, no podía evitar sentir miedo y quizás angustia por la marcha a casa.  

YA EN CASA. Cinco días de hospitalización y una eternidad en mi casa. Acostumbrarme a moverme por la cama, a levantarme y principalmente a toser agarrándome el pecho para evitar dolores bastantes fuertes no fue fácil. Dormir se hizo cada vez más difícil, el dolor y la cabeza lo dificultaban.

El primer paseo fui incapaz de avanzar más de un kilómetro siendo generoso. Sostener el peso del abrigo sobre mis hombros, una experiencia difícil de normalizar. Todo se pone cuesta arriba. La ayuda de la familia es esencial. Les necesitas para las cosas más básicas, levantarte, vestirte….Te sientes dolorido, cansado e inútil. Te cambia el carácter. Pierdes la paciencia y esos que te ayudan pagan el pato. Los días se hacen largos y a veces difíciles. A ratos lo vi muy negro, parecía que no fuese a acabar.

TIEMPO DESPUÉS. Han transcurrido más de dos años. Sigo en controles rutinarios. He vuelto hacer vida normal, sin limitaciones especiales más allá de la prudencia ante los esfuerzos y la toma de medicación.  Tengo cuidado relativo con la dieta aunque he recuperado peso. Duermo mejor aunque sigo oyendo el golpeo de la valvula, sobretodo cuando estoy nervioso. He perdido la ansiedad que me producía acordarme de la operación pero no el miedo a volver a pasar por algo así. Tengo la tensión arterial mal controlada. Apenas lo vigilo, hago como que no ocurre porque me da miedo. Mi familia me riñe porque se preocupa y yo aunque sin querer y poder evitarlo me enfado. Ya te digo que estas experiencias no solo te cambian la vida sino el carácter.

6 mar 2018

El Metro Tus ya está claro, no es la solución es el problema



Dice la alcaldesa Gema Igual que no lanzara una propuesta nueva sobre el Metro Tus, hasta  que no consiga un consenso con todos y que funcione perfectamente, y mientras tanto, pues que sigan aguantando los vecinos especialmente los usuarios de intercambiadores varios, en sus transbordos para ir a casa, solución rápida y sencilla descargar la responsabilidad de futuro en los demás..

En estos escasos días desde la inauguración de semejante chapuza, lo único que se han oído son quejas fundadas, retrasos importantes en los puntos de transbordo, marquesinas abiertas a la intemperie que dejan al usuario helado y desamparado en la espera, frecuencias de paso que superan con mucho las previstas, en definitiva quejas y más quejas que no hacen más que justificar el dicho de si algo funciona, porque cambiarlo, porque implantar este nuevo servicio de transporte que al menos por ahora no ha hecho más que empeorar lo que había a costa de gastar, según dicen, no menos de siete millones de euros.

Y lo más curioso es que ahora la alcaldesa Gema Igual este apelando al dialogo con todos para resolver este grave fiasco, y yo me pregunto, ¿porqué no lo hizo antes? porque no consulto a las asociaciones de vecinos, partidos políticos de la corporación municipal que también (quizá con cierto retraso) están levantando la voz para que se corrija, incluso, se clausure la iniciativa convirtiéndola en fallida. Mal muy mal esta forma de proceder del ayuntamiento - al que le ha salido el tiro por la culata - que solo se justifica ante cierto interés por adornar políticamente al Partido Popular de cara a las próximas elecciones  porque si no, no se entiende que una inversión tan importante y un cambio tan profundo en la movilidad de los santanderinos no haya sido consensuado previamente.

Hace unos días Luis Cuenca, de la Mesa de Movilidad Bahía de Santander, me enviaba un escrito en el que constataba la falta de diálogo entre las administraciones – Ayuntamiento de Santander y Gobierno Regional -  y a modo de denuncia la oportunidad perdida para haber integrado el transporte interurbano y urbano con la implantación del Metro Tus, cambios que pudieron integrar a los ciudadanos que partiendo de los diversas localidades de Cantabria llegan al intercambiador de Valdecilla y se ven obligados a comprar un nuevo billete para desplazarse por la ciudad, falta de diálogo y desamparo por la consejería de transporte que debió presionar y resolver este problema pendiente desde siempre, que por cierto que también afecta a los turistas que hospedados en la región llegan a la ciudad, menos mal que el santanderino tiene al menos una de movilidad para hacer transbordos, por cierto una hora que ya se ha demostrado en algunos casos como insuficiente a nada que fallen los transbordos obligados, por ejemplo, de un ciudadano que saliendo de Ojaiz pretende llegar a Cueto con transbordo frustrado en Valdecilla y Sardinero el viaje con tarjeta le saldría por 1,20 euros y sin tarjeta 4,80 euros.

Entiendo las dificultades que tiene el Ayuntamiento para resolver este asunto, y más cuando la inversión ya está realizada y/o comprometida, pero no se van resolver desde la lógica de controlar las frecuencias de paso, estas siempre estarán condicionadas por el trafico entre otras situaciones y esperar a que los vecinos se acostumbren mucho me temo tampoco será la solución, por eso yo aporto la mía, que los autobuses articulados hagan la línea completa 1 y 2 y por donde ahora transcurren es decir por Reina Victoria, especialmente en horas punta que ayuden a evacuar las paradas y las líneas periféricas también sigan igual o con los pequeños ajustes precisos, Santander no es una gran ciudad que mueva mucho personal a no ser en el verano y para eso ya se ha podido reforzar las líneas ahora, con los vehículos articulados.

3 mar 2018

Nuestros abuelos y abuelas nos vuelven a marcar el camino


Pablo Iglesias, Secretario General de Podemos

 Si no fuera por la generosidad y la solidaridad familiar de los pensionistas, este país no habría podido resistir la última década. Millones de abuelas y abuelos, que ya se rompieron la espalda trabajando durante toda su vida laboral, han tenido que estirar su pensión para proteger a sus familias mientras las élites se pegaban la fiesta con el dinero de todos y todas. Ellos y ellas han sido la red que ha salvado a miles de hogares de una caída aún más dura. Un Gobierno responsable debería reconocer el enorme esfuerzo que han hecho y defender unas pensiones dignas. Pero el Gobierno corrupto e insensible del señor M. Rajoy les da la espalda.

Si quienes se sientan en el Consejo de Ministros tuvieran la centésima parte de la decencia que han demostrado nuestros mayores, lo mínimo que deberían hacer es dejar de negar la realidad. Pero en lugar de eso, tienen la desvergüenza de ponerse delante de un micrófono y decirles a los pensionistas que lo que ven con sus propios ojos es mentira, que no han perdido poder adquisitivo, que todo va de maravilla. Eso sí, que no olviden aconsejar a sus hijos e hijas que ahorren un café al día para no tener que buscar en la basura cuando lleguen a su edad, porque eso de tener una pensión después de toda una vida trabajando es cosa del pasado. Sospecho que el señor M. Rajoy subestima la entereza, el coraje y la conciencia de país de nuestros mayores. Lo pagará caro.

Los pensionistas merecen saber una cosa: que mientras el Gobierno intenta tomarlos por tontos negando su pérdida de poder adquisitivo, mientras que intenta aplacar las movilizaciones con la promesa de un parche en forma de rebaja fiscal, lleva meses rechazando una tras otra las leyes que hemos presentado desde Unidos Podemos para garantizar de verdad unas pensiones dignas.
En octubre de 2016 llevamos al Congreso una ley para que las pensiones subieran al 1,2% (precisamente esta semana hemos sabido que el IPC sube al 1,1%). El Gobierno la vetó, impidiendo siquiera que se debatiese y votase, con el apoyo de C's.

En julio de 2017 presentamos otra ley para derogar las reformas de PSOE (2011) y PP (2013) y hacer una reforma integral del sistema de pensiones. Contemplaba, entre otras medidas: devolver la edad de jubilación a los 65 años; ninguna pensión por debajo del salario mínimo interprofesional, con especial atención a las pensiones no contributivas (tres de cada cuatro las tienen mujeres); fin de las bonificaciones a los planes de pensiones privados; volver a ligar las pensiones al IPC, y acabar con el mal llamado «factor de sostenibilidad», que amenaza el futuro del sistema de pensiones. De nuevo el Gobierno la vetó impidiendo su debate y votación, y de nuevo con el apoyo de C's.

Hace un mes, en enero de 2018, presentamos una nueva ley para subir las pensiones con el IPC y eliminar el factor de sostenibilidad. El Gobierno aún no ha dado respuesta.
Los pensionistas merecen saberlo. Merecen saber que hay un Gobierno corrupto que está bloqueando en el Congreso propuestas claras, eficaces y perfectamente posibles que podrían mejorar sensiblemente su situación y la de sus familias, y que servirían para blindar las pensiones futuras. ¿Y saben cuál es la razón que alega para rechazarlas? Un clásico: que afectan a los presupuestos y que no hay dinero. Para gastar más de 3 millones de euros en enviar a cada pensionista una carta con propaganda política de su insultante «subida» del 0,25%, sí hay dinero. Para rescatar bancos y autopistas, todo el que haga falta. Para proteger un derecho fundamental recogido en la Constitución… eso ya es otra cosa.

Nuestros abuelos y abuelas no solo se dejaron la piel trabajando para construir un futuro para sus hijas y sus nietos, también se jugaron la libertad en la calle para traer la democracia a España. Ellos y ellas nos enseñaron cómo se pelea por nuestros derechos. Ahora nos vuelven a marcar el camino. Y no vamos a dejarlos solos.

La primavera está llegando, y este año viene cargada de dignidad y esperanza.