Al final si parece que hubo
suficiente bocado para todos. Cuatrocientos metros de bocadillo de rabas -
según tengo entendido - ha sido el mejor exponente de nuestra cultura culinaria elegido por los
maestros cocineros que han pasado por la ciudad para hablar de lo suyo.
Y despues de comerse la sesera estos cocineros - incluido las estrellas
Michelin – concluyeron que lo suyo en Santander era el bocata de rabas, eso si
de calamar, no de pulpo o peludin, que
hubiera sido todo un desprestigio para la “magnifica” iniciativa. Joder
amigos, pan y rabas, mas nada, por mucho que las seques con buen paño, las
envuelvas en harina con pellizcó de sal y las frías a ciento vente grados de
buen aceite de oliva, rabas y pan de esas que hacen gala los gelines de la
calle vargas y nueva montaña, el chupi del sardinero entre otros, que por
innovar hasta te meten para hacer bulto aros de cebolla por rabas.
Está visto que en este arte culinario nuestra región se lleva la palma. No hay
bar que se precie que no presuma de sus rabas en calidad y cantidad, y si
además te cuentan aquello del buen blanco y/o vermut de solera, la cosa ya
puede alcanzar cotas en grado sublime, aunque, luego lo que te comas es un
rejonazo o peludin a precio de oro, no importa, de lo que se trata es de poner
en la terraza la ración de rabas.
A mi nieto ya le he enseñado que una de las cosas mas importantes que
tenemos en Santander es precisamente para los fines de semana las rabas y los
mejillones, así que cuando pasa por la calle burgos ya está reclamando su sitio, y como disfruta el jodido con poco mas de
tres años.
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