En eso estábamos cuando le llego
un correo a mi mujer, para anunciarle que en un piso de Santander estábamos
convocados, a compartir con unas personas desconocidas, y en un entorno familiar,
una obra de teatro, y con ello una experiencia de esas novedosas – al menos
para mi – que según parece se va abriendo espacio en este mundo de la farándula.
Y después de una breve recepción
y saludo para abonar el encuentro, una salita, a modo de recibidor, es lo
primero que te encuentras donde te ofrecen una copa de cava entre otras bebidas
y dulces varios, que acompañan la espera de los treinta espectadores, que compartiendo
entre los unos y los otros lo original de la iniciativa, vamos quedando a la
espera del acto siguiente, mientras miras de un lado a otro a la vieja
instancia, que rodeada de libros, cuadros, fotografías y muebles de aquel
entonces, te sirve de preámbulo para un
nuevo momento, que con horario pautado – ocho de la tarde – te da la bienvenida
a una nueva sala rodeada de sillas donde el espectador a la vez que toma
asiento, se encuentra con una mujer de cierta edad que haciendo calceta, parece
fuera recibiendo a los espectadores, sin
hacer el menor de los gestos a no ser los propios de su faena tejiendo.
La escena se desarrolla en una pensión
de un pueblo cualquiera del interior, un pueblo sin encanto y monótono al menos
para la madre e hija regentes de la pensión y lugar predestinado para el
asesinato de huéspedes, a quienes les roban con miras a salir del ostracismo a
nuevos lugares donde el “verano aplasta” a las estaciones frías del otoño y el
invierno características del pueblo en cuestión.
La contradicción y el fuerte
debate dramático entre madre e hija sobre el asesinato continuado, les lleva
hasta el propio asesinato del hijo y hermano de las protagonistas, que después
de treinta años de ausencia, vuelve a la casa de donde salio, sin ser reconocido,
pero con el objetivo de recuperar a su familia.
Una obra de Albert Camus “El
malentendido”, que con una adaptación propia bajo el nombre de “EX”, la compañía
El Principal Santander, nos fue llevando, con una interpretación de calidad, escenografía
novedosa por desarrollarse en contacto directo con el espectador, quien en
muchos momentos parece formar parte de la propia obra, un relato fundido en el
drama, cómplice entre quien desea un futuro distinto, y quien cansada de vivir
se empeña en rechazar el asesinato aunque una y otra vez forma parte de el.
No hay comentarios:
Publicar un comentario