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En la calle San Luis puedes disfrutar
de un buen blanco de solera "Bar San Luis"
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Con esta Oda al
blanco de solera, me dispongo a rendir reconocimiento al blanco de alterne, a
ese que cada vez escasa mas en nuestros bares, mesones, y tabernas, y con el
que seguro coincidirán buena parte de los habituales que día a día disfrutan
del alterne a medio día con el blanco de barrica y la consabida tapa, nada
lujosa, y que siempre acompaño el trago humilde pero del que siempre se sintió
orgulloso el tabernero y su parroquiano.
Los que ya
"peinamos canas" seguro recordamos los buenos momentos entorno al blanco
de solera, la buena charla entre amigos, muchas veces amenizada por la fuerte y
sonora canción montañesa, la armoniosa habanera y en algunos casos, digamos
especiales, los retazos de nuestra zarzuela, canciones que siempre animaron al
buen sorbo del blanco, que se movía por el mostrador al grito de la consabida
frase de “pon otra ronda”, frase que siempre dio señal del buen rato, y del compromiso
para con el grupo de amigos abonando religiosamente la ronda, porque nunca cupo
despiste alguno para el “gorrón “ ni
antes ni ahora.
Y así distribuidos en
– digamos zonas de alterné – los santanderinos fuimos degustando con el blanco
de solera como compañero, los buenos ratos de mediodía. Pero no de cualquier
blanco, solo de aquel envejecido en barrica “noble” especialmente guardado en
el “Sancta Sanctorum” del establecimiento, protegido por el dueño y cuidado con
esmero entre la oscuridad del lugar, y el limitado acceso a la bodega, siempre
reservado al tabernero y/o empleado debidamente acreditado, porque de su
cuidado, siempre gano prestigio el establecimiento.
Las barricas, hasta
no hace muchos años formaron parte de la herencia familiar, los padres cedían a
sus hijos los secretos mejor guardados del trastero, donde se escondían las
esencias y alguna que otra historia que alimentaba la buena calidad del caldo,
porque también en esto, cabían especialidades para dar color y sabor al blanco
de solera.
Y así, cuidando de
aquello que identifica en buena parte al establecimiento, se han ido conservando
las soleras del Bar San Luis, de padre a hijo del “Jefe” – Pepe - a José su hijo, que ahora regenta, uno de
esos pocos lugares de buen blanco, con dos magnificas soleras por las que han
trasegado miles de litros, y al que acudimos diariamente un buen número de
clientes, para disfrutar de su blanco y tapa, un blanco siempre ajustado a
temperatura ideal sea verano, o invierno, cuidado con mimo, en conversación
entretenida de la que siempre entre broma y chanza el protagonista central
suele ser mi buen amigo José.
Y en eso estábamos
cuando llego el blanco de rueda. La charla y el pon otra ronda, se limito al
tiempo del consumo, la peña fue perdiendo solidaridad, mientras que los
mostradores del bar se llenaron de pinchos hostiles, que parecen te empujan a
dejar el hueco libre para el siguiente, que siempre hace fila, y lo que hasta
ayer era un momento entre amigos, hoy es un encuentro circunstancial, sin apenas arraigo, en fin, cosas de la
modernidad.
No soy precisamente
de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero tengo que
reconocer que en el alterne tranquilo entre amigos y con el blanco de solera,
se echa un poco en falta, lugares como el Bar San Luis entre otros, ellos se
merecen esta Oda al buen gusto y mejor sabor.
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