En el tango se citan personajes, digamos “celebres” capaces de dar sentido a pequeñas y grandes historias, de reconocimiento personal y sobre todo de amores y desamores.
En la
poética del tango vamos a recordar alguno de estos personajes como el Taita,
Ciruja, el Cuarteador de Barracas, Llorón, Langosta, El Apache Argentino, el
Niño Bien, Haragán y el Carrerito, personajes que tienen su protagonismo en
nuestras milongas.
En el tango “El Cuarteador de Barracas” de Aníbal Troilo, se nos presenta a Prudencio Navarro, poseedor de un pingo que en el barro a cualquier carro tira y saca, un caballo que la canción ejemplariza como el overo - percherón de fuerza - capaz de sacar de la zanja la rueda empotrada de un solo tirón.
Y asi
Prudencio Navarro “ilustre” personaje de Barracas, necesario en la travesía, se
concede licencia poética para las cosas del querer, al comparar la zanja de
ayer, con la que hundió su corazón el amor de hoy, la zanja de la que no puede salir
ni con su caballo percherón.
Yo soy Prudencio Navarro
El cuarteador de Barracas
Tengo un pingo que en el barro
Cualquier carro tira y saca.
Hoy que el carro de mi amor
Se me encajó
No hay uno que pa ‘mí
Tenga un tirón.
En el tango
del “Taita del Arrabal” de los maestros Manuel Romero y Luis Bayón, se
nos presenta al “malevo” pendenciero y provocador del mal vivir, a quien las
minas cortejaban, por muy mal que las trate.
Ese malevo altivo, que como dice el tango tiene melena recortada y buen vestir, capaz de encandilar a todas, y no respetar a ninguna, resulta que ahora pretende abandonar esa vida de violencia, resultándole imposible, por encontrarse perdido y como dice el tango “bien cargado de morfina”.
Pero una vez
más el tango, poniendo orden en la vida social de aquel entonces, nos cuenta como
el Taita del Arrabal, el que lucía en la milonga después de una noche de
juerga, se va a encontrar con la horma de su zapato, otro bravucón como el, quien
revolver en mano le va a causar la muerte, y con ello su frágil deseo de
cambiar el rumbo de su vida.
Y la linda vida antigua
Por otra abandonó
Y cuando acordar quiso
Con un taura se encontró
Relucieron los bufosos
Y el pobre taita cayo
En el tango “El
Ciruja” del maestro Francisco Alfredo Marino, se vuelve a evocar al guapo
del arrabal, al que vivía siempre entre bronca y junando por el rabillo del
ojo, mientras caminaba al nido donde recordar las muchas horas de garufa y
juerga que vivió.
Ese Ciruja que,
enamorado de una mujer, engrupida, pretenciosa, que le está enredando con
cuentos y jugando con su pasión, resulta que le está engañando con su amante un
musico, con el que al final, frente a frente y dando muestras de coraje, se van
a enfrentar a un duelo a cuchillo, donde el Ciruja, diestro para el tajo al
musico le hace pagar caro su amor.
Y la poética del tango no podía faltar, y ya libre de la prisión - la gayola- el bueno del Ciruja descubre que su amor de siempre está ahora de quemera recogiendo la basura y en mala posición lo que le hace llorar.
El Ciruja Recordaba aquellas horas de garufa, donde una moza lo enredaba con sus cuentos Y jugó con su pasión. Frente a frente y dando muestras de coraje, Los dos guapos se trenzaron en el bajo
Y el ciruja, que era listo para el tajo
Al musico le cobró caro su amor
Langosta
apodado “El Cebollero”, es otro de los personajes del tango al que aseguran, le
vieron llorar por penas de amor, una noche de crudo invierno, con mirada triste
y el pucho apagado en la boca.
Y el malevo
de cuchillo fácil y mueca feroz, dicen que saco un retrato y se puso a llorar,
el retrato de Carmen la hija de Giacumin, quien tiempo atrás le había negado su
amor, con mucho pesar, y que el tiempo bien pudiera haberle devuelto la
esperanza.
Y una vez
más la poética del tango, nos vuelve a reseñar a dos personajes uno, al grotesco
y bicho raro, al que observan “las viejas y los niños” y el otro, que,
abandonando su condición de malevo por penas de amor, cuentan que lo vieron
borracho y con hondo dolor.
Una noche muy cruda de invierno
A Langosta lo vieron pasar
Las viejas decían: Son penas de amor
Que tarde o temprano se habrán de saber
Ya la tarde
se apagó
Pero en los ojazos de ella
Ha vuelto a salir el sol
Desata
alegre la Caballada
Y tras la cena, corta y sencilla
Pulsa la viola y un tango ensilla
Con el recuerdo de su canción
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