Montes
distingue entre las emociones que surgen de lo que hacemos y aquellas que
logran conmovernos de verdad. Para quienes bailan tango, esas emociones nacen
tanto de la música como del propio baile: un lenguaje sin palabras que puede
despertar alegría, vértigo, calma o placer.
Música y
danza forman un todo inseparable. El tango no es solo algo que se escucha o se
baila: es algo que se vive.
Pero las
emociones que aparecen en la pista no son solo sensaciones del cuerpo. Están
hechas de decisiones y significados: la elección de la pareja, el deseo o la
expectativa del encuentro, el sonido del bandoneón, la precisión — o el temblor
— de los pasos. Y también esa “conexión” tan especial que los milongueros
buscan y que muchos describen como un pequeño misterio compartido.
Entre lo que
se siente al bailar y lo que después se cuenta hay una distancia. Las emociones
rápidas — como la alegría de una tanda o el simple gusto de moverse — a veces
se consideran menos valiosas por durar poco. Para que el placer parezca
importante, solemos convertirlo en “sentimiento”: algo más duradero y digno de
recordar. Así, los sentimientos ordenan y dan sentido a lo que vivimos.
Por eso,
cuando los milongueros hablan de una conexión especial en la pista, no se
refieren solo al deseo físico. Buscan algo que vaya más allá: una especie de
vínculo profundo, una chispa única que, aunque rara, es lo que más valoran.
Para ellos, ahí aparece el tango en su esencia.
Se ven a sí
mismos como personas apasionadas, pero con una pasión cuidada, profunda, no
superficial. Así quieren mostrarse: no como quienes bailan cualquier música,
sino como quienes viven el tango, quienes sienten de otra manera, quienes
encuentran en el abrazo una forma de decir quiénes son.
El tango,
entonces, no es solo música ni danza. Es una manera de estar en el mundo, un
espacio donde la emoción se convierte en identidad y la pasión se vuelve
sostén. En cada giro y en cada pausa se repite el mismo deseo: dejar una
huella, transformar lo efímero en algo que, al menos por un instante, se siente
eterno.

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