26 nov 2025

El tango: cuando la emoción se hace abrazo

“El tango es un sentimiento”, escribe María de los Ángeles Montes, del Instituto de Humanidades (Argentina). Y basta ver a dos personas bailarlo para entenderlo: el tango no se piensa, se siente. Es una emoción que viaja entre dos cuerpos y se hace visible en un abrazo.

Montes distingue entre las emociones que surgen de lo que hacemos y aquellas que logran conmovernos de verdad. Para quienes bailan tango, esas emociones nacen tanto de la música como del propio baile: un lenguaje sin palabras que puede despertar alegría, vértigo, calma o placer.

Música y danza forman un todo inseparable. El tango no es solo algo que se escucha o se baila: es algo que se vive.

Pero las emociones que aparecen en la pista no son solo sensaciones del cuerpo. Están hechas de decisiones y significados: la elección de la pareja, el deseo o la expectativa del encuentro, el sonido del bandoneón, la precisión — o el temblor — de los pasos. Y también esa “conexión” tan especial que los milongueros buscan y que muchos describen como un pequeño misterio compartido.

Entre lo que se siente al bailar y lo que después se cuenta hay una distancia. Las emociones rápidas — como la alegría de una tanda o el simple gusto de moverse — a veces se consideran menos valiosas por durar poco. Para que el placer parezca importante, solemos convertirlo en “sentimiento”: algo más duradero y digno de recordar. Así, los sentimientos ordenan y dan sentido a lo que vivimos.

Por eso, cuando los milongueros hablan de una conexión especial en la pista, no se refieren solo al deseo físico. Buscan algo que vaya más allá: una especie de vínculo profundo, una chispa única que, aunque rara, es lo que más valoran. Para ellos, ahí aparece el tango en su esencia.

Se ven a sí mismos como personas apasionadas, pero con una pasión cuidada, profunda, no superficial. Así quieren mostrarse: no como quienes bailan cualquier música, sino como quienes viven el tango, quienes sienten de otra manera, quienes encuentran en el abrazo una forma de decir quiénes son.

El tango, entonces, no es solo música ni danza. Es una manera de estar en el mundo, un espacio donde la emoción se convierte en identidad y la pasión se vuelve sostén. En cada giro y en cada pausa se repite el mismo deseo: dejar una huella, transformar lo efímero en algo que, al menos por un instante, se siente eterno.

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