14 feb 2022

La poética del tango “Seguí mi Consejo”

 

Entre los muchos tangos que nos “Seguí mi consejo: la vida al compás del desparpajo ”hablan de amor, de traiciones o nostalgias, también hay algunos que, con picardía, se animan a dar consejos. Consejos de vida que, aunque vengan de un personaje ficticio, parecen dichos al oído en una mesa de café. Tal es el caso del tango “Seguí mi consejo” (1929), con letra de Eduardo Tronge y música de Salvador Merico, que Carlos Gardel interpretó con su voz inconfundible.

En esta pieza, es un jubilado quien toma la palabra: un viejo milonguero que, lejos de resignarse a la calma de su edad, se empeña en presumir de lo imposible. Su voz no aconseja prudencia ni reposo, sino todo lo contrario: invita a reírse del trabajo, a despreocuparse de las responsabilidades y a vivir como un bacán, rodeado de placeres, comidas sabrosas y buenos tragos.

“Rechiflarse del laburo” y no trabajar “para los ranas” —esos vivos y tramposos— es el primer mandamiento de este jubilado. Lo demás, puro goce: un colchón de plumas, champán en la mesa, doce horas de sueño cuando el sol asome, y las noches encendidas de milonga, donde mirar con detalle a las minas se vuelve casi un deporte. Claro, siempre y cuando sepan bailar, porque hay que esquivar a “los paquetes que dan pisotones”, esos aprendices que todavía no dominan la pista.

No falta tampoco la advertencia médica al revés: nada de “lecherías” ni café con leche, que arruinan el corazón. El remedio, según este consejero pintoresco, es entregarse a los tragos fuertes, whisky y pernod incluidos.

En definitiva, “Seguí mi consejo” es un tango desbordado de lunfardismos y de humor, que retrata la voz de un jubilado imaginario que se rehúsa a aceptar la vida metódica y ordenada del trabajo cotidiano. Sus recomendaciones, tan exageradas como entrañables, nos recuerdan que en el tango todo cabe: la nostalgia y la burla, el amor y el desparpajo, lo imposible y lo real.


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