30 oct 2023

Asi se baila el tango

 


¿Qué saben los pitucos, presumidos y relamidos? ¿Qué saben los acicalados, finolis, shushetas, alcahuetes y soplones?

Nada saben de la elegancia ni del sentimiento que late en el tango. Esa es la pregunta que se hizo en 1942 Elizardo Martínez Vilas, más conocido como Marvil, al escribir su tango inmortal Así se baila el tango. En sus versos coloca a cada uno en su sitio: a los que presumen de la nada, y a los otros, los que hacen del tango un arte íntimo y profundo.

Frente a los arrogantes incapaces de seguir el compás, se levantan los verdaderos bailarines, esos que pintan la silueta y dibujan filigranas, entrelazando figuras en un abrazo sentido. Marvil les habla a ellos, a los que viven el tango desde la piel hacia adentro, como un latido compartido.

El tango nos dice que debe sentirse en la cara, que la sangre sube con cada compás, mientras el brazo se enrosca en el talle de la pareja como una serpiente a punto de quebrarse. Y que nunca ha de faltar la cita con la música: los violines dialogan con el fuelle del bandoneón, mezclando alientos que invitan a cerrar los ojos para escuchar mejor. Esa es la música que Malena no cantó, pero que vive en cada rincón de la pista.

Así se baila el tango es, en definitiva, un himno contra la vanidad y a favor del sentimiento. Una pauta clara de cómo bailar sin perder la emoción, renunciando al artificio exagerado para abrazar la esencia de este arte popular.


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