El Convenio Colectivo
del pequeño metal – que así se llamaba de antaño - para las Industrias
Siderometalúrgicas, era el convenio colectivo de referencia en Cantabria. Si el
pequeño metal se movilizaba acababa marcando pauta para el resto de los
convenios principalmente para el de la construcción, y con ello definir si la negociación
colectiva de aquel año había sido conflictiva o no.
Ahora la cosa ha cambiado mucho,
el convenio del pequeño metal ha perdido su referencia de convenio bandera, y
con ello pauta para la reivindicación en materia laboral y salarial de los
otros convenios.
Pero me quiero referir a este
convenio del año 1977, de una parte por
ser último de los convenios colectivos que se negocio en el marco del “sindicato
vertical” y de otra porque que estuvo en conflicto durante mucho tiempo, siendo
reflejo de la reivindicación de los “nuevos”sindicatos libres y democráticos en
la región.
Evidentemente la USO no podía
estar al margen de dicha actividad y aunque éramos muy pocos por aquel
entonces, nuestra obligación era hacernos notar y sobremanera asumir una labor
de confrontación y de lucha para que los compañeros del metal pudieran
comprobar que detrás de aquellas siglas que apenas habían hecho mas que
aparecer, había compañeros comprometidos con la causa de los trabajadores y de
la democracia.
Las asambleas de aquel convenio
fueron verdaderos parlamentos, los trabajadores, acudían en masa a las sedes
del sindicato vertical en Santander, Camargo, Reinosa, Torrelavega, no hacía
falta llamarlos, sabían que la negociación del convenio era algo mas, que la
reivindicación salarial, eran asambleas donde quedaba demostrada la confianza
entre los negociadores sindicales y los trabajadores. Y entre ellos, los compañeros
y simpatizantes de USO, Ángel Méndez, Rafael Santiago, Vicente Arce, Jeromin,
Paco el ruidos, José Antonio Navarro, Paquito Aedo, Juanjo, Ángel Mazón y
tantos otros, que no escatimaron esfuerzos para a la vez representar al
sindicato.
La mesa negociadora estaba
formada por compañeros de CCOO y de USO entre otros, algunos de ellos de
contrastada lucha sindical y con cargos ejecutivos dentro del sindicato
vertical, buen referente de ello el compañero Pepe Duque “Sandalio”, a el
quiero referirme como compañero y amigo, y que dio la cara por mi cuando fui
despedido de la empresa Electricidad Agustín, Duque no tuvo ningún reparo en
acompañarme al tajo – en el edificio de la calle Vargas - y confrontar
directamente con el patrón, delante de un buen numero de compañeros, haciendo
posible que en ese mismo momento pudiera volver a poner el buzo, aunque unos
meses después, ya sin el conflicto del convenio en marcha, me volvería a
despedir el día de noche vieja, con una sola explicación “no quiero volver a
pasar por la huelga en mi empresa, y para ello tengo que despedirte”.
Después de este convenio
colectivo vendría otros, aunque por desgracia, también problemas entre los
sindicatos - vamos como ahora – falsos protagonismos e interés en algunos casos
inconfesables, provocarían más de una vez la ruptura de la unidad sindical. Las
asambleas ya no eran parlamentos plurales, cada vez se hacían menos y cuando se
hacían lo eran en las sedes de los sindicatos en privado y solo para sus afiliados.
Por eso quiero recordar aquel último convenio del pequeño metal, que para mi
fue el primero, y una buena escuela sindical.
Talleres Metalúrgicos Cervera
Si
tuviéramos que poner orden a los conflictos sindicales en los que participo
USO, sin duda, Talleres Cervera seria uno de los primeros. Esta empresa,
fundada en el año 1912, fue uno de las primeras donde se dio de forma
tendenciosa, especulación e ingeniería financiera, para liquidarla por quiebra
y subasta de activos, despidiendo a sus 56 trabajadores, eso si, después de
haber dejado a buen recaudo más de dos mil metros cuadrados de terreno
magníficamente ubicado en la calle Castilla de Santander para construir un
enorme bloque de vivienda.
La
gestión de este conflicto, enseguida nos obligo a tomar decisiones de futuro,
inmediatamente nos dimos cuenta de que si no poníamos remedio y fuerza
sindical, cundiría el ejemplo en otras empresas y con ello mas despidos y
cierres empresariales, como por desgracia así fue, dejar de pagar a la
Seguridad Social y a la Hacienda Pública fue el argumento que muchas empresas
de Cantabria y de fuera de la región usaron como justificación de una supuesta
crisis. La administración laboral y las sucesivas sentencias judiciales en las
que se imputo a los dueños de las empresas por fraude y deleito contra los
trabajadores, pusieron algún límite a esta forma de proceder.
Pero
Talleres Cervera para la USO, fue algo mas que el cierre de una empresa, cuando
llame al compañero Rafael Santiago, para volver a recordar aquel episodio pude constatar
que a pesar de los años, todavía generaba cierta tristeza personal y colectiva,
basto preguntarle por sus compañeros, para que de inmediato surgiera el
recuerdo de aquellos que lo pasaron muy mal cuando perdieron el trabajo,
compañeros que con familia, no pudieron encontrar otro, o les coste mucho
hacerlo, estamos hablando del año 1981, año de fuerte recesión económica y pérdida
de empleo.
Estos
trabajadores artesanos de la cerrajería,
calderería, ajuste, y la forja, tenían mal encaje en las empresas de nueva
creación, por eso, a un buen numero de ellos, solo les quedo el desempleo y un vía
crucis taller por taller, cuando no las obras de construcción para como peones de
cualquier otro oficio, encontrar trabajo para llevar a casa un sueldo de
miseria.
Rafael Santiago, recuerda la trampa se “hizo
legal lo ilegal, el omnipotente director llego a los 60 años y se quería
jubilar, pero liquidando el taller, para
ello armo una estrategia desconocida para los representantes sindicales que
consistió en pasar de Talleres Gerardo
Cervera Zubieta, a Talleres Cervera Hermanos CB, y de esta a Cervera SA, dotada
de capital social insignificante unos diez millones de las antiguas pesetas”.
La
formula funciono y después de dejar a buen recaudo el solar, se auto-arrendaron
entre la propia familia la maquinaria y
el alquiler de la nave, dejando a los trabajadores en la empresa Cervera SA,
que al final fue la insolvente y sobre la que no fue posible cobrar ninguna
indemnización por despido, y mucho menos de la subasta de los bienes instada
por la Seguridad Social de la que se obtuvo escasamente dos millones de
pesetas.
Como
en todo conflicto siempre hay un momento donde te das cuenta que las cosas no
funcionan, que hay trampa y con ello riesgo para los trabajadores, y ese
momento fue el 12 de Diciembre de 1981, “la empresa había presentado un
expediente de regulación de empleo que afectaba a un número limitado de
compañeros pero que escondía el inicio de una larga confrontación sindical que
llevaría el cierre de la empresa.
Dice
Rafael Santiago que a partir de ese día “unos nubarrones negros se nos echaban
encima”, y no le falta razón “se hicieron asambleas, huelgas, cortes de
circulación – estos siempre por la tarde coincidiendo con la hora del autobús sus
conductores afiliados a la USO ayudaban cruzando el autobús en plena carretera
– se empapelo los exteriores de la empresa hasta que un buen día los bomberos los
quitaron, el alcalde de aquel entonces Hormaechea mandando llamar al comité
para “ponerlos firmes”, en fin, toda una acción sindical que de poco sirvió.
Se hicieron planes de viabilidad,
intervino la inspección de trabajo el Delegado Provincial de
Trabajo Gonzalo Burgués, apostó por la continuidad a
nada que el dueño de la empresa se comprometiera a pagar la deuda, pero de nada
sirvió lo tenía muy claro el bueno de Jesús Cervera y fue imposible la marcha
atrás.
Pero no fue bastante
perder el puesto de trabajo, sin indemnización alguna, todavía los compañeros
tuvieron que pasar por el trago de un juicio que se celebro 31 de mayo de 1985,
que les condenaría “como autores responsables de una falta de perturbación del
orden, sin concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad
criminal, a la pena a cada uno de ellos a diez días de arresto menor y multa de
10.000 pesetas, con arresto sustitutorio de un día por cada mil pesetas en caso
de impago y el pago a cada uno de ellos de una cuarta parte de las costas
propias de un juicio de faltas”.
Esta fue la sentencia
de un juicio a instancias del ministerio fiscal que se llevo a cabo, por
defender el puesto de trabajo el día que se subastaba la maquinaria de Cervera,
los compañeros Rafael Santiago, Jerónimo Carretón, Francisco García y Vicente
Arce que actuaba de asesor sindical de USO, fueron condenados por “la gravedad
de la perturbación del orden o la paz pública por pronunciar frases alusivas a
su situación laboral en el interior de los locales de la Magistratura del
Trabajo, perturbando con ello acto de celebración de la subasta y a los postores”.
Hoy situaciones como la que acabo de comentar no serian
posibles, el desarrollo de la legislación laboral y las sentencias judiciales
hubieran puesto orden a tanto despropósito, y no tanto por la pérdida del
puesto de trabajo, sino por la indemnización que nunca cobraron a pesar del
negocio que siempre fue talleres cervera y al final su pelotazo inmobiliario.
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ResponderEliminarEstimado señor. Soy nieto de Don Gerardo Cervera Alonso y queria decirle que me ha sorprendido mucho su artículo. No puedo negarle que la versión de los hechos que da usted difiere mucho de la que mi abuelo me relató sobre unos sucesos que amargaron no poco su vida. Usted habla de trabajadores que se quedaron sin cobrar merecidisimas indemnizaciones.. Él sobre huelgas constantes que hundieron un negocio con fuerte demanda de trabajo, en el cual podrían haberse jubilado y a lo mejor hasta colocar a sus hijos. A sus propias pruebas me remito, como esas técnicas de terrorismo urbano de las que usted presume en las imágenes y que tienen poco que ver con un sindicalismo constructivo. Mi abuelo nunca guardó rencor hacia sus trabajadores, tanto él como su padre de desvivieron por que no faltase trabajo y hasta salvaron literalmente la vida de varios de sus empleados. Primero mi bisabuelo tras la guerra, cuando intercedió por tantos acusados de colaboración con los comunistas, logrando su indulto por las autoridades de la época. Luego mi abuelo del que usted habla aquí, cuando reanimó a un jovencisimo soldador que se había electrocutado por una imprudencia laboral. Era una gestion bastante paternalista, no de explotación del obrero. Me consta que mi abuelo Gerardo fue muy querido por sus trabajadores, de los que decía a menudo que vivían mejor que él. Yo le conocí en persona, era mi mejor amigo y puedo decir que es la mejor persona que haya tratado nunca. Sobreestimar a los empleados en masa y cargar todas las tintas contra el empresario no le otorga mucha credibilidad, señor, que habría obreros buenos y malos. No se olvide en su siguiente artículo de mencionar los absentismos laborales, los robos de piezas y otras picarescas de algunos trabajadores suyos, a los cuales no podía despedir ni demostrando tales desmanes. Mi abuelo simplemente trató de sacar adelante un negocio con todo lo que esto implica, inclusive la deslealtad de muchos trabajadores que se creyeron las estrategias de los sindicatos para saquear literalmente la empresa: sin duda era más práctico sacar un buen pedazo del pastel que ir a trabajar para ganarlo honradamente. Pues qué quiere que le diga, esos terrenos eran de mi bisabuelo que fue quien los compró, y no de unos sindicatos que utilizan el terrorismo callejero para hundir un negocio y hacer "ingeniería comunista" con sus partes. Por cierto que mi correo es matienzano@hotmail.com y espero su respuesta. Gracias por su atención y hasta pronto.
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