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Marcos Martinez Romano |
No existe identidad colectiva en
la que no jueguen un papel fundamental aquellos símbolos que ayudan a
expresarla, reproducirla y construirla. Símbolos que actúan como
representaciones gráficas que configuran y definen la identidad de una
comunidad determinada a lo largo del tiempo. Desde el recuerdo de su historia
en común hasta el esbozo de un horizonte compartido hacia el futuro.
Representaciones gráficas que contribuyen a otorgar a los miembros de la
comunidad a la que representan un sentimiento de pertenencia e identidad
colectiva. Y que actúan como marcadores que ayudan a imaginar -y por lo tanto
crear- la imagen de esa comunidad, diferenciándola del resto.
Por eso este texto trata sobre el
Lábaru cántabro, el símbolo con el que, a día de hoy, una mayoría de cántabros
y cántabras nos identificamos como tales. Ligándonos a través del mismo al
pasado de nuestro pueblo (más o menos historiográficamente verídico o más o
menos construido, como en los relatos de toda nación o región) y proyectándose
hacia el futuro como comunidad humana y política que quiere caminar hacia
adelante con sus propios pies.
Un poco de historia
El origen del Lábaru se remonta a
la voluntad de encontrar una conexión entre la Cantabria contemporánea (en
diferentes épocas históricas a partir de la Edad Moderna) y el pueblo cántabro
prerromano. Y su denominación se debe a una confusión entre el estandarte
utilizado por los romanos llamado labarum y el estandarte utilizado por
los antiguos cántabros denominado cantabrum. El historiador José Ángel
Hierro Gárate, apuntaba en su artículo de 2016 'El Lábaro olvidado' que “a
comienzos del siglo XVII varios eruditos españoles establecieron, a partir de
una interpretación errónea de fuentes escritas y numismáticas de época romana,
que el Cantabrum y el Labarum eran el mismo estandarte y que su insignia o
motivo principal tenía forma de X”.
Así mismo, ofrecía ejemplos de
los primeros usos de símbolos denominados como Lábaro para identificar a
Cantabria en diferentes ámbitos: “Así, cuando en 1715 se crea el Regimiento
Cantabria de infantería de línea mediante la unión de otros cuerpos anteriores
de origen vascongado, se elige como emblema para él el Lábaro Cántabro”. Que el
origen de estos cuerpos fuera vascongado se debía a la teoría vascocantabrista,
por entonces en auge, que pretendía hacer pasar a los vascos de entonces por
herederos de los antiguos cántabros.
Sin embargo, Hierro Gárate
también señala que “el uso de ese símbolo no se limitó a aquellos vascos
dieciochescos que se creían cántabros. Sin salir del ámbito militar, pero ya en
nuestra tierra, lo encontramos representado en una bandera que perteneció a
alguna de las unidades de la División Cántabra levantada por Díaz Porlier en
Liébana durante la Guerra de la Independencia [...] Esta enseña, casi con toda
seguridad del Regimiento de Húsares de Cantabria, presentaba una cruz de San
Andrés, con un brazo rojo y otro amarillo, sobre fondo blanco y en el centro un
escudo con unas armas inequívocamente montañesas (torre, cadena rota y barco
atravesando esta última) acompañadas de un león rampante y del emblema de la
caballería ligera española de inicios del XIX: un sable y una palma cruzados. Y
en los extremos del aspa, otras tantas pequeñas X blancas y negras. O lo que es
lo mismo: otros tantos pequeños Lábaros, indicadores del carácter
inequívocamente cántabro de la unidad militar a la que pertenecía”.
Dando un gran salto adelante
llegamos hasta los años setenta del siglo XX, cuando se crea la bandera que hoy
conocemos como Lábaru cántabro.
En aquellos años se estaba
produciendo el proceso de movilización social y política que culminaría con la
creación de la Comunidad Autónoma de Cantabria. Para ello, en 1977 se había
creado el Organismo Unitario para la Autonomía de Cantabria (O.U.A.C.)
compuesto por fuerzas políticas ligadas a la izquierda, sindicatos y
asociaciones cantabristas.
En ese Organismo se produjo el
debate sobre qué bandera tendría que representar a la que acabaría siendo
Comunidad Autonóma de Cantabria. Y tres propuestas estaban sobre la mesa: la
bandera de una de las asociaciones pertenecientes a dicho organismo, A.D.I.C.
(Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria), de colores verde,
gris y azul, la bandera blanquirroja que acabó siendo la elegida, y el Lábaru,
creado por Luis Ángel Montes de Neira, perteneciente a otro de los colectivos
que formaban parte de ese Organismo Unitario: Cantabria Atropá (Cantabria
Unida).
De la bandera creada por Montes
de Neira apuntaba Hierro Gárate en el artículo ya citado anteriormente que su
diseño “pretendía recrear el Cantabrum con criterios más que discutibles desde
un punto de vista histórico”. Así mismo,
Manuel Alegría, historiador y coordinador de esta serie, en un comentario realizado
en sus redes sociales hace unos años apuntaba que “a instancias de Revilla,
ADIC ofreció el apoyo a la blanquirroja en detrimento de la suya propia, con
tal que no se eligiera el lábaru, defendido Cantabria Unida, cuyo máximo
representante, Luis Ángel Montes de Neira, fue el que dio a conocer las raíces
históricas de este estandarte”.
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Rafael de la Sierra |
La bandera blanquirroja ganó el debate y, a partir de entonces, presidió todo
acto de reivindicación autonomista. Más tarde, con la consecución de la
autonomía, quedó plasmada como bandera oficial de Cantabria en nuestro
ordenamiento jurídico.
A partir de estos hechos, el
Lábaru cántabro quedó en un cierto olvido durante los años ochenta. La bandera
blanquirroja -cuyos orígenes históricos argumentados por sus defensores para
ser la elegida están hoy ya demostrados como falsos historiográficamente- pasó
a ser la que durante un tiempo sirvió para identificar al pueblo cántabro como
tal. De esta forma, durante la década de los ochenta se convirtió en
hegemónica. En el espectro político del cantabrismo, tanto el P.R.C. como el
intento frustrado de candidatura nacionalista impulsada por Rafael de la Sierra
(A.N.A.C.) utilizaron esa bandera y sus colores.
Fue en la década de los noventa
cuando el Lábaru volvió a hacer aparición en la escena pública de forma
relevante. A nivel social, comenzó a estar presente en espectáculos y actos de
masas, como por ejemplo en los dos partidos jugados por la Selección Cántabra
de Fútbol en 1997 y en el año 2000, contados hace pocas fechas en esta serie
por Aitor Aleixandre. Y, a nivel del cantabrismo político, la aparición del
soberanismo cántabro organizado en forma de asociaciones juveniles como
Regüelta o partidos políticos como el Conceju Nacionaliegu Cántabru, que
utilizaban el Lábaru en sus actividades, ayudó a recuperar el uso de dicha
bandera en un tono reivindicativo.
Pero fue a partir de la primera
década del siglo XXI cuando el Lábaru cántabro comenzó a hacerse cada vez más
popular, hasta llegar a ser el símbolo mayoritario para identificar al pueblo
cántabro. Es a partir de entonces cuando empieza a ser utilizado de forma
mayoritaria en espectáculos deportivos y culturales, así como en diversos actos
reivindicativos. Además, a nivel del cantabrismo político, su uso pasó a ser habitual.
Empezando por el partido hoy hegemónico, el P.R.C. -que en los setenta lo había
desechado en favor de la blanquirroja- hasta llegar a partidos de la nueva ola
de la izquierda que asumieron elementos cantabristas como Podemos, que en 2015
llegó a reivindicar su inclusión como bandera oficial de Cantabria en el
Estatuto de Autonomía. Pasando por Cantabristas, formación que hoy representa
el soberanismo cántabro, recogiendo el testigo de las formaciones citadas en el
anterior párrafo.
Esta realidad social fue la que
obligó a las instituciones públicas a adaptarse a las dinámicas sociales y a la
expresión de la voluntad popular. Y, por ello, aunque de forma un tanto
descafeinada, el Parlamento de Cantabria reconoció al Lábaru como “símbolo
representativo e identitario del pueblo cántabro” en 2016. Eso sí, con el voto
en contra de la derecha españolista, quien nunca ha terminado por asumir el
hecho identitario y político cántabro.
El lábaru hoy
Más allá de interesantes debates
históricos, lo verdaderamente trascendental de una bandera no reside en su
nivel de "autenticidad" histórica, sino en su capacidad para
identificar a un conjunto de gentes como miembros de una misma comunidad
política y, a la vez, servir como elemento aglutinador de esas gentes a la hora
de construir un proyecto político propio hacia el futuro. Si hace cuarenta años
fue la bandera rojiblanca la que actuó en ese sentido, hoy es el Lábaru, si
cabe en mayor medida, el símbolo alrededor del que la mayoría social de esta
tierra puede autoreconocerse como un sujeto político propio con derecho y
capacidad de construir su propio camino.
Y digo que en mayor medida por
una razón. Porque, a pesar de que lo importante es lo que una bandera exprese
en el presente y no su origen histórico, los argumentos históricos utilizados
para legitimar la bandera blanquirroja evocaban una forma de pensarnos muy
diferente a los utilizados para la defensa del Lábaru. Mientras que en el
primero de los casos nos llevan a un marco mental de subalternidad regionalista
con la nación española, en el segundo se relacionan con un marco de pensamiento
mucho más proclive a imaginarnos como entidad política soberana.
En su texto ya citado, Hierro
Gárate afirmaba que “todos los que en algún momento se han considerado descendientes
de los antiguos cántabros han tratado de establecer un vínculo identitario con
ellos. Y lo han hecho de la misma forma: recreando el estandarte al que estos
dieron nombre”. Y es ese marco mental de la identificación con la Cantabria
prerromana, el que creo que marca la diferencia con respecto al ligado a la
conquista de Sevilla en el siglo XIII por parte de marineros montañeses. Este
último difundido aún por un sector encabezado por el presidente Miguel Ángel
Revilla.
Decía antes que el Lábaru es el
símbolo desde el que nos pensamos como pueblo que dibuja su propio camino. Pero
no solo nos ayuda a imaginar ese camino, sino que nos ayuda a imaginarlo en
sentido progresista y democrático. Porque el Lábaru está presente en las
movilizaciones feministas, en defensa de los servicios públicos, contra los
atentados al medio ambiente y nuestro territorio, en solidaridad con otros
pueblos del mundo o en defensa de los derechos de las personas refugiadas.
Además de ser una bandera que ha sido asumida por aquellos colectivos que
defienden los derechos de la comunidad LGTBI.
Es decir, el Lábaru, hoy en día,
es una bandera asociada a la expansión de derechos y a la construcción de una
identidad colectiva abierta y no excluyente. De la que puedan formar parte todas
aquellas personas que lo deseen. Ese es el camino que muchos y muchas queremos
para la Cantabria del siglo XXI. El de un pueblo consciente de sí mismo y con
voluntad de construir un futuro en común con todas aquellas personas que quiera
formar parte de él, sin tener que renunciar a su identidad individual o a
cualquier otra identidad colectiva. Sin ningún tipo de discriminación. Porque
no se utiliza contra nadie, sino para identificarnos en nuestra diversidad como
miembros de una comunidad humana y política llamada Cantabria que se proyecta
hacia el futuro orgullosa de sus valores democráticos.
Para terminar, quiero expresar mi
deseo y aspiración de poder seguir dando pasos en el reconocimiento del Lábaru
como símbolo de Cantabria hasta lograr que sea incluido en nuestro Estatuto de
Autonomía tras un debate colectivo de la sociedad cántabra. Un debate colectivo
que supere la mera cuestión simbólica y llegue a todos los ámbitos de nuestras
vidas. Porque el autogobierno es una herramienta para mejorar la vida de la
gente y profundizar en él una forma de obtener más capacidad para decidir
nuestro futuro con el objetivo primordial de mejorar las condiciones de
existencia de los cántabros. Y, para poder hacerlo, reconocer de forma plena
los símbolos que nos hacen autopercibirnos como un pueblo diferenciado y capaz
de remar en común hacia adelante es un paso necesario, aunque quienes quieran
negarnos el futuro nos lo vendan como accesorio.
Amplio y documentado estudio.
ResponderEliminarGracias Antonio.
Amplio y documentado artículo.
ResponderEliminarGracias Antonio.
Gracias buenos dias
ResponderEliminarLo de que la mayoría de cántabros nos identificamos con este símbolo lo dirás de broma no!?
ResponderEliminarLábaru arronti
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