José del Bar San Luis me dijo que los vinos Blancos de Solera están muriendo. Que las nuevas generaciones -llamémoslas así- apuesten por las cervezas y los blancos de rueda, entre otras, sin que parezca vean futuro para la solera.
Me niego a aceptarlo.
El blanco de mediodía es medicina para la tertulia, es el alterne que rompe el
entretiempo de la jornada, entre una mañana ajetreada y la tarde por descubrir.
Es cierto que el blanco de solera es un producto más de consumo para el negocio, y es cierto que su precio es más barato que el ya famoso Rueda, pero quienes lo consumen saben de dónde viene. De las barricas del Bar San Luis, barricas antiguas y cuidadosamente conservadas, en mi caso de cuarenta años. Mientras que otros tipos de vino blanco, a pesar de su magnificencia, se conservan en botellas con nombres que cambian constantemente y a menudo exageradamente fríos.
Y alguna razón debe tener mi amigo Jose, porque cada vez que hablamos del blanco, me recuerdo un fallecido reciente, como si su alterne fuera cosa de viejos e irremediablemente antesala de amigos que se nos van.
Asi que no
les extrañe que un día de estos, le pongamos lista a los parroquianos, y
hagamos homenaje por ellos y por esa fidelidad al blanco de solera, que tantos
años nos ha acompañado.
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