La alcaldesa
de Santander parece empeñada en tropezar una y otra vez con la misma piedra.
Ahora, su última cruzada consiste en oponerse con uñas y dientes a que el
recinto de La Magdalena sea reconocido como Lugar de Memoria Histórica,
concretamente las Caballerizas, que durante la Guerra Civil funcionaron
como campo de concentración para más de 4.000 personas.
El argumento
con el que trata de justificar su negativa no puede ser más insultante: que
esta iniciativa “confronta a los ciudadanos de Santander”. Una excusa tan pobre
como peligrosa, que pretende ocultar el verdadero motivo: negar el
reconocimiento a las víctimas y borrar una parte incómoda de la historia.
Y, como si
no bastara, la alcaldesa sigue empeñada en cerrar el diálogo. Lo
demuestra también su negativa a que el Proyecto de Reforma de los Campos de
Sport de El Sardinero sea analizado junto a los partidos de la oposición y
otras entidades vinculadas al fútbol. Todo apunta a un intento de monopolizar
el futuro negocio del Racing y rentabilizarlo políticamente en exclusiva.
Mientras
tanto, los trabajadores municipales continúan movilizándose una y otra
vez, exigiendo el cumplimiento de los acuerdos firmados hace tiempo. La
respuesta del equipo de gobierno del PP: el silencio. Ni diálogo, ni
soluciones.
A ello se
suma la gestión cuestionada del SMTU, que incluso ha sido puesta bajo la
lupa de la Agencia Española de Protección de Datos. Y el tiempo pasa, sin que
la alcaldesa mueva un dedo.
El Ayuntamiento
de Santander, bajo el mandato del Partido Popular, se ha convertido en una hacienda
particular, donde solo vale su palabra. Se impone el autoritarismo
político, el desprecio al diálogo y la falta de respeto democrático.
No solo con
la oposición, sino también con los movimientos vecinales y sociales, que se ven
obligados a recurrir a la movilización en la calle para que sus
propuestas sean escuchadas.
Y no será porque no haya problemas urgentes. La limpieza viaria y la recogida de basuras, servicios públicos esenciales, llevan tres años bajo contratos de emergencia plagados de sobrecostes e incumplimientos, para acabar ahora en otro contrato temporal de 230 millones de euros y 10 años de duración. Una gestión que huele —y no precisamente a limpio—.
A ello se suma la deuda en parques y jardines, cifrada en siete millones de euros según el PSOE, y la continua falta de planificación en la renovación de contenedores soterrados. La ciudad acumula baches, deudas y un deterioro evidente de los servicios públicos.
Mientras
tanto, el PP ya anuncia los presupuestos del próximo año sin consenso
político alguno, en una línea continuista que perpetúa los mismos errores:
falta de diálogo, improvisación y una gestión orientada más a la foto que a las
soluciones.
Esa es la
realidad del Santander de hoy: una ciudad gobernada por Gema Igual, más
preocupada por salir en la foto que por gobernar con sentido común. Una
alcaldesa entregada al fasto y al negocio, incapaz de ofrecer políticas
serias en turismo, vivienda o empleo, más allá de las soflamas de
siempre y las campañas de autopromoción.
El tiempo
pasa, los problemas se agravan… y la ciudadanía sigue esperando un gobierno que
escuche, dialogue y gobierne para todos.
La basura,la dejadez y el despilfarro siguen IGUAL…
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