Hace unos días he leído un artículo sobre “La colonización empresarial del discurso publico político”, en el que se analiza el amplio uso – y por mi parte diría abuso - que las grandes empresas están haciendo de los discursos sobre valores de transformación social, aplicándolo no sólo al ámbito de la Responsabilidad Social Corporativa, sino empleándolo como parte de su estrategia comercial.
Los mensajes publicitarios de estas empresas llegan a la ciudadanía a través de los medios de comunicación y en ellos se hacen participes de los valores, las creencias y los sentimientos que ponemos en juego cuando tratamos de transformar el mundo colectivamente. El problema es que no siempre los ciudadanos tenemos una actitud crítica para ver que esos valores quedan reducidos a meros reclamos publicitarios para sus buenos negocios y las consecuencias que esto puede traer consigo.
No es de extrañar, por ejemplo, que Endesa nos invite a que “inventemos el futuro”, dejando claro que son una institución decisiva para ello, o se arrogue el derecho a convocar, con una gran carga emotiva, que debemos pensar en “los hijos de nuestros hijos” queriendo dar la sensación de que la empresa es adalid de estos valores de responsabilidad y acicate en el camino hacia un futuro utópico. En Chile la Compañía Minera del Pacifico, vende en su publicidad la imagen de unos niños con el slogan: “Porque su futuro depende de nosotros”, reforzando de nuevo la impresión de que estas compañías asegurán la necesidades de las nuevas generaciones.
Publicidad y más publicidad que sólo esconde negocio, en la mayor parte de las ocasiones, y que además está manoseando valores y afectos colectivos, imprescindibles para vivir y mejorar la sociedad, como si fuesen monedas para el uso –y abuso- social.
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