Ayer estuve en el funeral de mi amigo Daniel Gallejones Prieto, a quien conocí en los primeros años de la democracia y de quien aprendí mucho sobre valores sociales desde su profunda convicción cristina, valores de respeto al otro, y siempre comprometido por la libertad.
Eran años donde yo empezaba a dar mis primeros pasos de actividad sindical en la USO, por lo tanto, lleno de dudas que pacientemente me ayudo a resolver en largas horas de reunión y charla que tuvimos en su oficina de la calle Magallanes.
Lo tengo por un buen amigo, de esos que no fallan nunca, abiertos ayudar – en todos los sentidos de la palabra – a quien se le acercaba, compartí con el, sus momentos de decisión política, cuando paso al primer nivel y luego cuando se alejo del poder, en uno y otro caso siempre como un político honrado y limpio, amigo de sus amigos y fiel compañero.
Me ha sorprendido su fallecimiento, lo veía pasar todos los días por delante de mi casa y acudir a misa a las Reparadoras los domingos a ultima hora de tarde, y aunque estaba delicado de salud y ya era difícil el contacto, siempre tuvo para mi un cariño y interés especial, sobremanera cuando me preguntaba por mis andanzas sindicales, alguna que otra riña me echo cuando leía en el periódico actuaciones que no le convencían.
Y sorpresa por sorpresa al ver a Saturnino Barcena, oficiar el funeral por Daniel, este buen cura que nos abrió las puertas de su iglesia en la Parroquia de San Juan Bautista en General Dávila cuando la USO daba sus primeros pasos en la región.
Para la familia y especialmente a su esposa, vayan mis condolencias, y las de otros compañeros del sindicato, que también conocieron y compartieron su compromiso social y político, y para Daniel mi recuerdo respeto y reconocimiento por el mucho bien que hizo con su ejemplar vida.
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