El camino que abrió la democracia en el
movimiento sindical no estuvo exento de dificultades, los debates, que muchas
veces parecían surgir de la nada, fueron el territorio para el aprendizaje de
una cultura política y asociativa que hasta entonces no había tenido espacio
alguno, debates interminables e inútiles en demasiadas ocasiones, centrados en los procedimientos – qué hacer y cómo – que nos hacían perder la perspectiva de lo importante e inmediato
En esta tarea fue importantísimo saber
que estábamos acompañados por personas de contrastada valía y que lo habían
dado todo por esa libertad que empezábamos a disfrutar. Ellos, nos mostraron el
camino limpio de la democracia y la participación, a quienes no teníamos en
aquel instante más bagaje que nuestra ilusión por acompañarles.
Lideres reconocidos por sus vecinos, que
habían estado en la pelea diaria, y que no estaban en el escaparate político
regional, trabajadores que habían sabido enfrentarse a situaciones extremas
siendo conscientes de lo que les podía pasar, líderes que impartían formación
política, desde el ejemplo personal, los que con motivo de la huelga se ponían
al frente, los que contaban que no había que vivir de rodillas, e hicieron de
la militancia social su compromiso en muchos casos cristiano.
Hacer una relación sería bastante
injusta para muchas personas que desde el movimiento obrero potenciaron
importantes movilizaciones y huelgas, en Maliaño, Torrelavega, Reinosa, Los
Corrales de Buelna, Santander, en todas ellas hubo compañeros que en muchos
casos sacrificaron su empleo y con ello el bienestar de su familia, que fueron
detenidos, maltratados y juzgados por el Tribunal de Orden Publico, a ellos me
estoy refiriendo, entregados y ejemplo para quienes tuvimos el gusto de
sucederles.
Mi camino, estoy
convencido ya estaba marcado hacia el sindicalismo, de una familia de
izquierdas capitaneada por mi padre Rufino, no se podía esperar otra cosa.
Quizá de toda la
familia yo fui el mas “rebelde” por llamarlo de alguna forma, al que le dio por
la militancia social más activa. Mis convenciones cristianas, el conocimiento con
detalle de la realidad social, la apertura asociativa que a todos los niveles
se abría en España, la estrenada cultura política agrupada en los partidos y en
el voto libre y secreto, pero sobretodo, el nuevo espacio sindical, vertebrado
por las organizaciones sindicales clandestinas sin duda, ayudaron a ello.
Todo esto no podía sino llevarme al
sindicalismo, a ser un sindicalista vocacional, no un sindicalista de nuevo cuño, de estos que
hacen de su actividad una profesión exclusivamente sin el menor escrúpulo de
pactar, y en muchos casos vender de forma exagerada derechos de los
trabajadores a cambio de nada.
Permitirme este momento que reivindique al
sindicalista, y hacerlo ahora que esta bajo mínimos su crédito social, ser
sindicalista nunca fue fácil y mucho menos por el tiempo al que me estoy
refiriendo, éramos militantes al servicio de una causa y a ella entregábamos
todo incluso en bienestar de nuestras familias, por eso me da mucha rabia
cuando se generaliza en todos los sindicatos y sindicalistas los malos ejemplos,
de los malos sindicalistas por llamarlos de alguna forma.
Es imposible ser sindicalista hoy, igual
que ayer, si no tienes un componente de moralidad y de capacidad de
servicio a favor de los trabajadores
perfectamente contrastado y reconocido por ellos, de poco sirve ser muy eficaz
en la gestión, sino lo acompañas de compromiso social, pero de compromiso
social para con el mas débil, para con el que mas te necesita.
Hoy la inmensa mayoría de los
sindicalistas no ven más allá del convenio colectivo de su empresa, la
solidaridad, la concepción de clase trabajadora, la defensa de los derechos
sociales frente a las agresiones y no solo del empresariado, sino también de
las administraciones, la lucha por la manipulación de la libertad, evitando el
confinamiento de la democracia al ejercicio del voto periódico, entre otras
muchas cosas, les suena muy lejano.
Por eso me permito reivindicar al
sindicalista, y hacerlo sin añoranza alguna, soy consciente que encontrar a un
sindicalista de verdad, no es tarea fácil, a los sindicatos les cuesta mucho encontrar
compañeros que les apasione la militancia, pero cuando encuentras algún joven
que apuesta por ello, lo primero expresarle estos valores, y segundo
convencerle que gracias a ellos se puede convertir en “líder” de quien poderse
fiar.
Y todo esto ocurría a mediados de los
años setenta, en los que Cantabria, sentía la crisis industrial que de forma
generalizada afectaba a España, la dependencia directa de nuestra economía de
las fluctuaciones nacionales, golpeaba de forma directa en nuestra región. Más
de cuatrocientas empresas se veían afectadas por cierres o procesos de
reconversión industrial que al final provocaron la pérdida de más de catorce
mil puestos de trabajo.
Por aquel entonces la palabra mágica
para los sindicatos en todas sus movilizaciones era ZUR, Zona de Urgente
Reindustrialización, con ellas, el gobierno central intentaba recuperar el sector
industrial destruido, con importantes inversiones. Cantabria, no tuvo la suerte
de ser considerada una de ellas, y ello a pesar de las fuertes movilizaciones que
se llevaron a cabo por los sindicatos, unos más que otros, porque hay que
recordar, entonces gobernaban los socialistas, y la UGT tenía algunas
contradicciones entre apoyar la movilización o callar para no agredir a su
gobierno hermano.
Empresas como Nueva Montaña Quijano,
Femsa, Astilleros de Santander, Corcho, Standard Eléctrica, entre otras fueron
testigos de esta situación, sobre ellas se cebo la crisis, perdiendo muchos
puestos de trabajo y recortando salarios entre otros derechos laborales.
Que Cantabria era merecedora de una ZUR
no cabe ninguna duda, basta comparar la situación de la industria actual y establecer
cierta comparación – salvando las distancias - con la que tenia nuestra región,
entre los años 1975 y 1985, para comprobar la pérdida de un sector industrial
que siempre la caracterizo.
En estas movilizaciones participaba la
recién estrenada USO, principalmente compañeros de Torrelavega, que veían en
sus empresas con mayor crudeza la reconversión industrial, de Sniace,
Firestone, Solvay, Talleres Obregón, Montajes Basauri, Landaluce, entre otras, que
recortaron plantilla o se cerraron, mientras que el gobierno central lo mas que
otorgo a Cantabria fue una pobre Zona de Preferente Localización Industrial para
el sector agroalimentario, y alguna que otra ayuda económica que de forma
generalizada se otorgaban en España, a sectores como el siderúrgico, la gama
blanca, la construcción naval, ayudas que en la mayoría de los casos sirvieron
para pagar despidos no para crear puestos de trabajo alternativos. Eran años de
confrontación con el gobierno central que en el caso de la comarca del Besaya,
se cebo también cerrado las clínicas privadas de El Carmen, Cruz Roja y la
Clínica Alba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario