Manuel Zaguirre ExSecretario General de USO |
Ya
nadie discute que la Unión Europea atraviesa la más grave crisis desde su
nacimiento, hace ya más de 50 años, con los Tratados de Roma.
En
el pasado, las crisis del proceso de integración se resolvían con más
integración, dándole velocidad al proceso en base a los principios y valores
fundacionales de lo que fue primeo la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del
Acero), luego el Mercado Común y la Comunidad Europea y, finalmente, la Unión
Europea; es decir: solidaridad, cohesión social y territorial, integración
cultural, eficiencia económica y redistributiva, libertades y derechos humanos,
política internacional de paz y cooperación, etc. O sea, las crisis europeas se
superaban avanzando en la dirección del testimonio y el discurso histórico de
los fundadores: Schuman, De Gásperi, Adenauer … O más recientemente, en el
impulso de grandes líderes europeístas: Jacques Delors, Francois Mitterrand,
Helmut Kohl, Felipe Gonzalez …
La
actual y dramática crisis de la Unión amenaza con ser terminal porque es el
resultado de abandonar en la práctica los principios y valores fundacionales,
de comportarse de forma antitética a ellos, de ausencia de liderazgos ,
voluntades y proyectos europeístas.
En
efecto, una Unión inacabada en términos políticos, sociales, fiscales, de
defensa o internacionales, federales … una Unión de cimientos y paredes
maestras aun débiles y sin techo político propio, a la intemperie, ampliada compulsivamente,
por imperativos esencialmente mercantiles, sin cálculo de tiempos ni riesgos,
hasta casi triplicar sus Estados miembro …. Es sometida al tratamiento de shock
de una “unión monetaria” de cerrada
ortodoxia y gestión neo-liberal. En síntesis, una endeble fortaleza en términos
socio-políticos –eso es la Unión- es asaltada literalmente por la ortodoxia
económica y monetarista neo-liberal, quedando así enfeudada y uncida en
relación de dependencia siniestra a la lógica perversa del capitalismo salvaje,
especulativo, anti-social; globalizado, eso sí.
Aquel
baluarte humanista y democrático que era la Unión Europea frente a la
globalización del capitalismo salvaje que irrumpe tras la “caída del muro”,
está en riesgo de desvanecerse con prácticas tan atentatorias a su propia
naturaleza como la gestión vergonzosa e ilegal de la crisis de los refugiados,
las negociaciones secretas con los USA de acuerdos comerciales demoledores para
lo poco que hay de Europa social, laboral, medioambiental, el ascenso brutal de
los viejos fantasmas autoritarios y neo-fascistas, la quiebra de la cohesión
social, territorial y entre países miembro, y el aumento alarmante de la
injusticia y la desigualdad social, víctimas de la austeridad impuesta a los
débiles al tiempo que se blindan fiscalmente las rentas y fortunas de empresas
y particulares … rentas y fortunas demasiadas veces bajo sospecha de orígenes
turbios.
Con
ocasión de habérsele concedido el Premio Carlomagno, el Papa Francisco
pronunció un discurso de transcendencia histórica, con un diagnóstico
rigurosamente lúcido sobre el estado de Europa y una apuesta desde la esperanza
y la solidaridad para recuperar la senda de una construcción ideal de Europa,
para sí y para la Humanidad, que dice el himno de Andalucía, tal y como la
soñaron los padres fundadores.
Como
ya es habitual, un discurso de tal envergadura ha sido prácticamente silenciado
por los grandes medios de comunicación, que hace ya mucho tiempo que no están
en manos de periodistas honestos sino de empresas y capitales especulativos que
los utilizan como coartadas y plataformas ideológicas más que como instrumentos
al servicio del derecho a la información veraz para las mayorías sociales.
Me
ha parecido necesario extractar y publicar algunos pasajes de ese discurso del
Papa Francisco, lamentando que, salvadas las distancias funcionales, discursos
de esa grandeza moral y gran proyección histórica no sean pronunciados por
nuestros líderes de los diversos campos prácticamente nunca, nunca.
La creatividad, el
ingenio, la capacidad de levantarse y salir de los própios límites pertenecen
al alma de Europa …
Las cenizas de los
escombros no pudieron extinguir la esperanza y la búsqueda del otro, que ardían
en el corazón de los padres fundadores del proyecto europeo …
Ellos pusieron los
cimientos de un baluarte de la paz, de un edificio construido por Estados que
no se unieron por imposición, sino por la libre elección del bien común,
renunciando para siempre a enfrentarse…
¿Qué
le pasa ahora a Europa?,
Aquella atmósfera de
novedad, aquel ardiente deseo de construir la unidad, parecen estar cada vez
más apagados; nosotros, los hijos de aquel sueño, estamos tentados de caer en
nuestros egoísmos, mirando lo que nos es útil y pensando en construir recintos
particulares…
Crece la impresión
general de una Europa cansada y envejecida, no fértil ni vital, donde los
grandes ideales que inspiraron a Europa parecen haber perdido fuerza de
atracción. Una Europa decaída que parece haber perdido su capacidad generativa
y creativa …
¿Qué te ha sucedido
Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la
libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas,
músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido, Europa, madre de pueblos y naciones,
madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida
por la dignidad de sus hermanos?
Nos hará bien
evocar a los padres fundadores de Europa.
Ellos supieron buscar vías alternativas e innovadoras en un contexto
marcado por las heridas de la guerra. Ellos tuvieron la audacia no sólo de
soñar la idea de Europa, sino que osaron transformar radicalmente los modelos
que únicamente provocaban violencia y destrucción …
Esta transfusión de
memoria nos permite inspirarnos en el pasado para afrontar con valentía el
complejo cuadro multipolar de nuestros días, aceptando con determinación el
reto de “actualizar” la idea de Europa.
Una Europa capaz de
dar a luz un nuevo humanismo basado en
tres capacidades: la capacidad de integrar, capacidad de comunicación y la
capacidad de generar.
Capacidad
de integrar:
Los reduccionismos
y todos los intentos de uniformar, lejos de generar valor, condenan a nuestra
gente a una pobreza cruel: la de la exclusión. Y, más que aporta grandeza,
riqueza y belleza, la exclusión provoca bajeza, pobreza y fealdad …
Las raíces de nuestros
pueblos, las raíces de Europa, se fueron consolidando en el transcurso de su
historia, aprendiendo a integrar en síntesis siempre nuevas las culturas más
diversas y sin relación aparente entre ellas …
La identidad
europea es, y siempre ha sido, una identidad dinámica y multicultural …
Estamos invitados a
promover una integración que encuentra en la solidaridad el modo de hacer las
cosas, el modo de construir la historia …
Una solidaridad que
nunca puede ser confundida con la limosna, sino como generación de
oportunidades para que todos los habitantes de nuestras ciudades –y de muchas
otras ciudades- puedan desarrollar su vida con dignidad…
El tiempo nos
enseña que no basta solamente la integración geográfica de las personas, sino
que el reto es una fuerte integración cultural …
El rostro de Europa
no se distingue por oponerse a los demás, sino por llevar impresas las
características de diversas culturas y la belleza de vencer todo encerramiento
…
Capacidad
de diálogo:
Si hay una palabra
que tenemos que repetir hasta cansarnos es ésta: diálogo. Estamos invitados a
promover una cultura del diálogo, tratando por todos los medios de crear
instancias para que esto sea posible y nos permita reconstruir el tejido social
…
Esta cultura de
diálogo, que debería ser incluida en todos los programas escolares como un eje
transversal de las disciplinas, ayudará a inculcar a las nuevas generaciones un
modo diferente de resolver los conflictos al que les estamos acostumbrando. Hoy
urge crear “coaliciones”, no sólo militares o económicas, sino culturales,
educativas, filosóficas, religiosas …
Capacidad
de generar:
El diálogo, y todo
lo que éste implica, nos recuerda que nadie puede limitarse a ser un espectador
ni un mero observador. Todos, desde el más pequeño al más grande, tienen un
papel activo en la construcción de una sociedad integrada y reconciliada …
Nuestros jóvenes
desempeñan un papel preponderante. Ellos no son el futuro de nuestros pueblos,
son el presente; son los que ya hoy con sus sueños, con sus vidas, están
forjando el espíritu europeo…
No podemos pensar
en el mañana sin ofrecerles una participación real como autores de cambios y de
transformación. No podemos imaginar Europa sin hacerles partícipes y protagonistas de este sueño …
Si queremos
entender nuestra sociedad de un modo diferente, necesitamos crear puestos de
trabajo digno y bien remunerados, especialmente para nuestros jóvenes …
Esto requiere la
búsqueda de nuevos modelos económicos más inclusivos y equitativos, orientados
no para unos pocos, sino para el beneficio de la gente y de la sociedad …
Pasar de una
economía que apunta al rédito y al beneficio, basados en la especulación y el
préstamo con interés, a una economía social que invierta en las personas
creando puestos de trabajo y cualificación …
Tenemos que pasar
de una economía líquida, que tiende a favorecer la corrupción como medio para
obtener beneficios, a una economía social que garantice el acceso a la tierra y
al techo por medio del trabajo como ámbito donde las personas y las comunidades
puedan poner en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la
proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los
valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración
Una
Iglesia comprometida con otra Europa:
Si queremos mirar
hacia un futuro que sea digno, si queremos un futuro de paz para nuestras
sociedades, solamente podremos lograrlo apostando por la inclusión real: ESA
QUE DA EL TRABAJO DIGNO, LIBRE, CREATIVO, PARTICIPATIVO Y SOLIDARIO …
Este cambio de una
economía líquida a una economía social, no sólo dará nuevas perspectivas y
oportunidades concretas de integración e inclusión, sino que nos abrirá
nuevamente la capacidad de soñar aquel humanismo, del que Europa ha sido la
cuna y la fuente …
El
Papa Francisco sueña una Europa …
Que se hace cargo
del niño, que como un hermano socorre al pobre
a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y piden
refugio …
Que escucha y
valora a los enfermos y a los ancianos, para que no sean reducidos a objetos
improductivos de descarte ….
Donde ser
inmigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la
dignidad de todo ser humano …
Donde los jóvenes
respiren el aire limpio de la honestidad, amen la belleza de la cultura y de
una vida sencilla,
no contaminada por las infinitas
necesidades del consumismo …
Donde casarse y
tener hijos sea una responsabilidad y una gran alegría, y no un problema debido
a la falta de un trabajo suficientemente estable …
De las familias,
con políticas realmente eficaces, centradas en los rostros más que en los
números, en el nacimiento de hijos más que en el aumento de los bienes …
Sueño una Europa de
la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su
última utopía …
Gracias,
una vez más, amigo Francisco, por volver a donde nuestros líderes y élites hace
mucho tiempo que se marcharon, por recordarnos que se puede y se debe volver a
la senda de una Europa Humana, Solidaria, Justa, Pacífica, y comprometida con
la utopía de un Mundo de similares perfiles y valores …
Como
miembro de la Clase Trabajadora y militante sindical desde la adolescencia
casi, quiero resaltar que el único futuro posible para nuestras sociedades,
países y Unión Europea, tal como sostiene Francisco, “es la inclusión real, esa
que da el Trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario …”
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