El pasado 27 de julio el comentarista taurino Diego Ruiz del Diario Montañés, se despachaba a gusto en el comentario de la jornada correspondiente a la lidia de turno “La grandeza de Dávila, la sabiduría de El Juli y el valor de Roca Rey, todo un titular que de nada anunciaba los comentarios siguientes.
Coincido
bastante en todo aquello que el bueno de Diego escribió en el comentario
valorando las faenas de los toreros. Que los toros “por fin tuvieran trapío” si
se comparan con los de Domecq no cabe duda, y que alguna que otra oreja fueran
concedidas con cierta ligereza también, pero que los vítores de los tendidos se
asemejen a “un gallinero alborotado” y las orejas que se conceden a ”huevos
frescos con los que hacer la tortilla” no deja de ser un poco despreciativo
para el público, que sí, que paga su entrada, para ver un espectáculo siempre
sujeto a la crítica y opinión tan respetable como el que acude “a ver toros,
desde una posición digamos de “superentendido”.
Ahora, lo
que es de nota, son las citas que le hace al público en general, con el asunto
de la “embriaguez, que me imagino pudo contrastar desde su posición en la plaza
(siempre privilegiada), y que según su opinión fue tanta, que hasta contagio a
todos los que después de la emoción taurina, sacaron el pañuelo, para en su legítimo
derecho, pedir la oreja, incluso para Roca Rey, quien según su opinión no se lo
mereciese.
No estaría
mal que recordase en su comentario a la presidencia (presidente, asesor
taurino, veterinario) que al final es quien otorga los trofeos previa petición
del público. Soy de los que piensan (espero que no le moleste) que la primera
oreja siempre la concede el público, para el rigor de los trofeos posteriores,
ya está la bendita presidencia, a quien se le reconoce cierto conocimiento
taurino.
Por cierto,
no le he visto tan riguroso a la hora de valorar el “indulto histórico” del
maestro Perera, quizá en esa decisión el público no estuviera perjudicado.
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