Pero el Cambalache de ayer, bien pudiera decirse que es el cambalache de
hoy. Con otros personajes, pero en el fondo de la crítica mismo, basta con
seguir la letra de este tango atemporal, para comprobar las sucesivas llamadas
que se hacen a lo bueno y a lo malo, a robar y hacer el bien, a matar o curar, etc.,
llamadas que en otro contexto hoy también pudieran decirse a modo de denuncia
política.
Pero vayamos por parte:
“Que el mundo fue y será una porquería”, no deja de ser una expresión especialmente radical al
referirse al “dos mil también” aunque para muchas personas, ayer, hoy y posiblemente mañana no deje de
ser una vida pésima, en la que solo han encontrado “chorros, y maquiavelos” personas
que siempre obran con astucia y engaño para lograr sus ventajas, sin
importarles los medios convirtiendo los “valores en dublés” a través del engaño.
Y entre comparaciones estaba el tango, cuando confronto al ciudadano que va por la vida de forma correcta “por derecho” con el “ignorante o estafador” concluyendo que “es lo mismo ser un burro, que un gran profesor”.
Han desaparecido los “aplazados que esperan en el escalafón” su momento para optar a la gloria, y como dice el tango los han “igualádo con los que con impostura, ignorancia y caradura”, se mezclan con “el cura y el señor”, y como ejemplo de tanto desatino, el compositor Discépolo nos recuerda que la sociedad mezcla personas de reconocimiento social, con los inútiles del momento “como el famoso estafador Stravisky , con el fundador de la Orden Salesiana Don Bosco, a la mujer mantenida La Mignon, con Don Chicho el jefe de la mafia argentina, y Napoleón, al famoso boxeador italiano Carnera y San Martín...”
Concluyendo el cambalache de aquel siglo veinte problemático y febril,
con un mensaje a la necedad como si la situación no tuviera remedio recordando
que “el que no llora no mama y el que no roba es un
gil, a la vez que le invita a que no piense más, porque a nadie le importa si
nació honrado”. Así que no se esfuerce demasiado porque “da lo mismo trabajar como un buey, que vivir de los otros sin dar un palo
al agua”
Y así va transcurriendo de milonga en milonga el tango Cambalache,
recordándonos que la sociedad en general y las personas en particular, deben
ser respetadas y reconocidas por sus valores, y que no son lo mismo personas
que con inteligencia contrastada perseveran en hacer el bien, que los otros que
con malas artes se aprovechan para su propio beneficio.
Cambalache ayer, hoy y mañana, nos descubre un sendero de denuncia por el que caminar, y para los milongueros que disfrutamos del baile del tango una canción referente, de un autor, Enrique Santos Discépolo, actor, director de cine y teatro y sobre todo, compositor entre otros de los tangos famosos Yira, Uno, Cafetín de Buenos Aires...
Una buena reflexión .
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